Cáceres, 17-2-1984. Abogado de la 'nueva ola' de la ciudad, un tipo con muchas inquietudes.

--¿Es verdad que en Cáceres hay más abogados que el resto de profesiones juntas?

--Aunque no llegue a unos números tan extremos, sí que somos bastantes, aunque muy bien avenidos. El abogado en Cáceres siempre ha tenido una importante función social, aquí se ejerce de una manera muy personal y alejada de injustos estereotipos. Cuando viene una madre llorando por su hijo no solo ofreces una solución jurídica. También eres la persona en la que depositan su última esperanza.

--Es un sitio con una escasa criminalidad ¿no?

--Cierto, en ese aspecto este es un sitio tranquilo, ello hace que ninguno nos podamos dedicar solo al Derecho Penal. Tenemos que dar servicios en las diferentes ramas del Derecho y ello provoca que estemos en constante evolución formativa.

-¿Es de los que defienden la ciudad o de los que la critican sin piedad?

--Defiendo a muerte mi ciudad, aquí estoy a gusto y no me veo en ningún lugar que no sea este. Ello no es óbice para que me entristezca ver a mi novia o amigos tener que emigrar para trabajar. Creo que necesitamos crecer, pero para ello es necesario que hagamos un esfuerzo conjunto y ayudemos al vecino, dejando de buscar fuera lo que tenemos aquí.

--¿Qué tiene de distinta su generación?

--Somos una generación valiente, no nos ha dado miedo emprender o salir de casa. Cuando hemos llegado al mercado laboral existía una masificación de titulados y hemos tenido que tirar de creatividad y constancia.

--¿Con qué se queda de su año como delegado del Cáceres de baloncesto?

--Nunca me lo planteé como una manera de ganarme la vida pero sí como una experiencia única. Guardo muy buenos amigos de aquella temporada. Representar al equipo de tu ciudad es un orgullo, y más aún en unos playoff de ascenso.

--¿Y qué le transmitió la Asociación de Amigos de Francisco de Asís (AFA)?

--Es una escuela de hombres y mujeres. En sus campamentos conocí al Padre Pacífico, un referente en mi vida. Me enseñó a no conformarme, a creer en las buenas personas, a trabajar desinteresadamente. Nos hablaba a trescientas personas a la vez y parecía que te estaba hablando únicamente a ti.