TNtunca ha sido mi intención escribir en la prensa por asuntos estrictamente personales, casi siempre lo he hecho para defender mi opinión en el ámbito administrativo de la Universidad o en el profesional de la Historia, marcando perfectamente el territorio. Yo mismo he criticado con dureza esa costumbre tan española del: ¡qué hay de lo mío!, sobre todo porque estoy seguro de que hay cientos de personas con problemas mucho más graves que los que puedan preocuparme a mí. Pero en esta ocasión, voy a crear un precedente, voy a hablar de lo que considero más mío: mi hija.

Es mi hija pequeña y tiene Diabetes Mellitus 1, debutó va para dos años y la vida nos cambió a todos desde entonces. Por mi profesión viajo bastante y, desde ese momento, no hay día en que algo me inquiete o me preocupe cuando estoy lejos de mi hija. Es verdad que su madre está siempre al tanto, pero la Diabetes es una enfermedad silenciosa y traicionera.

La diabetes se está convirtiendo en un plaga y afecta cada día a más niños y hasta a bebés. Existen muchas teorías sobre el origen de la enfermedad, pero lo cierto es que a uno se le viene el mundo encima cuando te afecta no a ti, sino a las personas que más quieres. Resulta difícil enfrentarse a la diabetes, es como he dicho una enfermedad silenciosa y traicionera, que te va minando a poco que te descuides, que te condiciona tu modo de vida, que te hace pensar diferente y que te hace más fuerte cuando no te dejas vencer por el desánimo.

No sé que hubiera sido de nosotros, y sobre todo de mi hija si, en el momento de su debut como diabética, no hubiéramos encontrado el equipo de endocrinología pediátrica del Dr. González de Buitrago. En esos duros momentos y, sobre todo, en los meses sucesivos cuando uno aprende a manejar la enfermedad, este equipo de magníficos profesionales supo en todo momento cómo orientarnos y animarnos, cumpliendo no sólo su función terapéutica sino algo más importante: siendo ante todo humanos. Es difícil encontrar en el panorama sanitario español un equipo tan competente y cercano al enfermo. Sabemos que ya nada será igual, sobre todo para mi hija, que su vida estará siempre condicionada por la enfermedad, pero al tiempo intentamos inculcar en su cabecita que no se arrugue, que intente superar las dificultades, que se apoye en los que la quieren que para ella son sus padres, sus hermanas y el equipo de endocrinología pediátrica del Hospital San Pedro de Alcántara.

¿Por qué si algo funciona tan bien, como el equipo de Endocrinología Pediátrica, se desbarata atendiendo a cuestiones administrativas de un tipo de contrato u otro?

Extremadura aparece muchas veces en los medios de comunicación envuelta en tópicos injustos y es cierto. Por eso entiendo menos que no se cuide y respete lo excelente, lo que nos da prestigio allá donde vamos, porque el boca a boca de los niños enfermos con diabetes en Extremadura, cuando viajan, es un buen altavoz para reflejar que algunas cosas se hacen muy bien en Extremadura.

Todos los niños diabéticos que mi hija ha conocido en este tiempo tienen la misma opinión del equipo del Dr. González de Buitrago. La Federación de Diabéticos de Extremadura ha levantado estos días la voz para quejarse de una decisión que parece a todas luces injusta y desproporcionada. Yo me sumo a esa queja y deseo que no se destruya lo que está bien construido. Los políticos nos prometen muchas veces mundos felices, pero al menos uno espera de ellos que sepan tener la suficiente sensibilidad hacia lo que funciona y soluciona muchos problemas todos los días, aunque no tenga reflejo diario en los medios de comunicación.