Inusualmente bien presentada la corrida del ganadero y empresario del Coso de la Era de los Mártires, fue un encierro, sobre todo, muy falto de raza, por lo que, salvo el buen tercero, sus otros hermanos dieron todo un curso de lo que es la mansedumbre y la sosería. Ante esos toros, de bonitas hechuras por otra parte, los rejoneadores pensarían que había que ir a lo efectivo, que está cercano a lo efectista, por lo que abundó más el espectáculo que el auténtico toreo a caballo. Así se cortaron seis orejas, pero quedó en el ambiente la sensación de que algunas de ellas sobraban.

Lo mejor de la tarde lo hizo Leonardo Hernández ante el segundo, un manso al que entendió muy bien pues lo supo mantener en los medios. Conoce el rejoneador extremeño bien los terrenos y las querencias. Citaba desde tablas y en las afueras quebraba. Clavó así tres palos, para seguir a dos manos y con las cortas al violín. Certero con el rejón de muerte, paseó dos trofeos.

El quinto era un bonito mosqueado y botinero. Con él Leonardo protagonizó un primer tercio de banderillas aceptable pero un punto acelerado. Después, el manso se dio cuenta del frescor del centro del platillo, donde está la boca de riego. Y con descaro se echó por lo que, a partir de entonces, la labor del caballero poco pudo lucir.

El triunfador en cuanto a orejas fue Francisco Palha, algo en lo que hubo excesivo triunfalismo. El joven cavaleiro es menos portugués en cuanto a su concepto. Se dirige a los tendidos y anima al público a aplaudir. Es buen actor. Tuvo el toro de la corrida, que fue el tercero, fijo, pronto y repetidor. Clavó tras largas preparaciones yendo de frente y prodigó los adornos.

El sexto, muy distraído de salida, pronto se vino a menos, como a menos se vino el tercio de banderillas que llevó a cabo el luso, lo que no fue óbice para que paseara dos orejas demasiado festivas.

Andy Cartagena abría cartel y poco pudo hacer con el sobrero, muy deslucido por su acusada falta de bravura. El cuarto también manseó pero resultó manejable. El de Benidorm clavó en lo que fue un tercio muy desigual en cuanto a lo que es el toreo a caballo, pero con muchos adornos, con detalles de doma clásica que gustaron al público.