Un compañero sacerdote me contaba, que el día de las primeras comuniones, había preguntado en la ceremonia a los niños y niñas de su parroquia, si sabían «quien descubrió América», dejando aparte la sorpresa por la pregunta, todos habían respondido correctamente. Pero, la cosa no acabó a aquí, después siguió preguntado ¿sabéis porque Colón hizo ese viaje?, a este nuevo interrogante la respuesta no fue ni general, ni acertada. Siguió luego insistiendo con mas cuestiones ¿conocéis las consecuencias que tuvo ese hecho para la historia de Europa y del mundo?, ¿qué opináis del modo en el que los españoles estuvieron presentes en aquellas tierras? Y aquí ya hubo desconcierto y desconocimiento general, sencillamente no lo podían saber, porque eso lo aprenderán cuando crezcan un poco más.

¿Qué pensáis que pretendía mi amigo con estas preguntas, tan aparentemente fuera de lugar?, ¿dónde iba con ese test de cultura general? Los niños y niñas que hacen la primera comunión, porque los catequistas se han preocupado de ello, saben muy bien cuantos sacramentos hay, se saben una serie de oraciones, incluso algunas difíciles, saben hacer la señal de la cruz, y son capaces de imaginar otras muchas cosas. Y eso está bien, porque a esa edad es a donde pueden llegar.

¿Qué me diríais si unos padres decidieran que al terminar la primaria (11 años), sus hijos ya tenían bastante formación y que ya estaba bien? Seguro que la cosa os dejaría tan sorprendidos que no sabríais que decir.Pues eso mismo pasa con los niños que después de hacer su primera comunión (9 años) abandonan sus procesos de formación. Su religiosidad es una religiosidad infantil, pero solo y únicamente eso. Sabrán las oraciones que decía antes, pero después hay que aprender qué significa eso, qué repercusiones tiene para la vida lo que crees, pero esa formación, desgraciadamente, no la recibirán.

Claro, me diríais que no es lo mismo una cosa que otra, y tenéis razón, pero para que se entienda el problema creo que la comparación nos vale perfectamente.

Hoy más que nunca hacen falta creyentes que no se queden en primaria, sino que pasen por la secundaria, el bachiller y la universidad, es decir que sepan dar razón de lo que se cree, y para eso, hay que asumir que el formación es tan larga como la propia vida.