Soy padre de un niño de 5 años y tengo asumido que, o cambia mucho la sociedad, o mi hijo terminará haciendo botellón cuando alcance la mayoría de edad. No es un problema de educación. El botellón es un hecho social con el que hay que convivir, guste o no, porque entre todos no hemos sabido buscar soluciones a él. Cientos de grupos de jóvenes se citan cada fin de semana en el ferial para beber, charlar, bailar... Es la opción que han elegido. El problema es que desde las administraciones siempre se ha mirado a otro lado ante esta realidad. Un lugar que reúne sistemáticamente de 2.000 a 5.000 jóvenes, no puede ser un simple erial, sin servicios, sin infraestructuras, sin dotaciones policiales suficientes... No se puede seguir poniendo parches. Es hora de elaborar un plan integral antes de que ocurra una desgracia.