¿Serían ustedes capaces de vivir sin música? Disculpen el directo al mentón, pero ¿no sería su vida más triste, más desangelada sin las sinfonías de Beethoven, sin el elegante crepitar del swing, sin la genial simplicidad de los Beatles, sin los sinuosos movimientos de cadera de Elvis, sin la poética voluntad de cambio de Bob Dylan, sin la incendiaria guitarra de Jimi Hendrix, sin la modernidad ilustrada de Radio Futura, sin la sensibilidad lunática de Nick Cave, sin los cantos de sirena de Madonna...? ¿Qué sería de nosotros sin el jazz, sin el blues, el country, el pop, el beat, la psicodelia, el punk, el soul o el rock and roll? ¿Se imaginan una ciudad sin música? ¿Se podría soportar una ciudad de la que se hubiera enseñoreado el silencio más opresor? Sería, sin lugar a dudas, una ciudad moribunda, que sobreviviría en un espejismo con apariencia de vida, una ciudad de cadáveres vivientes.

Tras este, un tanto apocalíptico, comienzo se esconde la realidad de lo que hoy en día está ocurriendo en Cáceres. Tras las denuncias a principios de verano a distintos locales de la ciudad (por todos conocidos), que han derivado en enfrentamientos entre distintos empresarios hosteleros, la situación se ha tornado insostenible. El ambiente se ha enrarecido de tal manera que en una ciudad que ronda los 100.000 habitantes basta con la mala intención de uno de nosotros para poner en jaque todo el endeble circuito de conciertos de la ciudad.

Ya no se trata, como algunos esgrimen, de preservar el loable descanso de los vecinos (no olvidemos que todos somos vecinos); la situación es tal que ni siquiera garantizando este derecho se puede fomentar la cultura surgida desde la iniciativa privada de las pequeñas salas. Es decir, que si LaCuerda o El Corral de las Cigüeñas deciden celebrar un concierto a la hora de las cañas pueden ser denunciados de igual forma que si estuvieran perturbando el descanso de los ciudadanos a las 4 de la mañana. Ni siquiera el compromiso de los hosteleros a respetar escrupulosamente los horarios puede evitarles de sufrir las iras de los malintencionados, de aquellos que buscan hacer daño gratuitamente y convertir a Cáceres en la única ciudad del mundo sin música en directo.

Mientras, se da la paradójica situación de que, debido al vacío legal existente, locales que cierran a las cuatro de la mañana pueden abrir nuevamente a las seis y seguir haciendo ruido casi impunemente hasta que sale el sol. Curioso, enterramos la música y el resto de actividades artísticas vinculadas a pequeñas salas con una programación coherente que ofrece algo más que garrafón y gogós, pese a su compromiso por respetar los horarios, y condenamos a los vecinos a sufrir las iras sonoras de aquellos que verdaderamente alteran la convivencia.

En algo más de una semana se celebra la cuarta edición del Festival Cáceres Pop Art, un evento que ha sido declarado de interés prioritario para Cáceres 2016, que traerá a la ciudad a un elenco de alrededor de 200 músicos, artistas, periodistas, discográficas... relacionados con la cultura pop, que durante dos semanas llenará la ciudad de música, arte, cine, fotografía..., que cuenta con el apoyo expreso de la Junta, de la Concejalía de Cultura, de la de Turismo, de la de Juventud, de la Filmoteca de Extremadura, de Canal Extremadura Radio, de Caja Duero, del Gran Teatro, de Avuelapluma, de diferentes colectivos culturales como Obreros y Artistas del Mundo, Arte Abierto o la Asociación Cinéfila Rebross, que reúne en torno a sus actividades cada año a 4.000 personas, que celebra la segunda edición de los Premios Internacionales a la Música, algo novedoso y único en este país (y de lo que sí puede disfrutar Cáceres), un acontecimiento que pasea orgulloso el nombre de la ciudad por España...

Bien, señores, pues todo ello se puede ir al traste por la mala intención de uno solo de los ciudadanos de Cáceres que se dedique a denunciar a los locales. No por los ruidos que podrían causar, no; por la caprichosa razón de no tener licencias. Todo un modelo de ciudad vitalista y dinámica a expensas de una formalidad. Una formalidad que será resuelta en breve. Ya se ha anunciado la voluntad del ayuntamiento, vecinos y hosteleros para sentarse y buscar una solución. Lamentablemente, esto no se hace de un día para otro. Mientras tanto, todos embalsamados, conservándonos en alcanfor. Una ciudad que presume de perseguir un objetivo como la Capitalidad Cultural no puede permitirse ciertos lujos en forma de arrinconar la creatividad a espacios institucionales.

Habría que exigir a los que mandan, además de buenas intenciones, algo más de diligencia y un acuerdo de mínimos para que la ciudad no se detenga. Y a todo el mundo (hosteleros, vecinos y artistas) un poco de cordura. O, entre todos, habremos matado al ruiseñor. ¡Que Atticus Finn no lo permita!

* Director de la Asociación Cultural Bon Vivant y del Cáceres Pop Art