--Hasta la fecha, ¿cómo ha vivido esta etapa profesional?

--Está siendo muy apasionante e intenso en mi vida, aunque también dura y con muchísimo trabajo. Incluso ahora en verano no paramos, encima es una labor más ingrata porque tenemos que hacer temas áridos, como cuadrar la contabilidad. Ya estoy deseando que empiece la temporada.

--Después de un año y medio como director, ¿qué balance hace de su gestión?

--Personalmente estoy contento, aunque hay muchas cosas que mejorar. Todas las decisiones que se toman no son acertadas, pero con respecto a la respuesta del público no podemos estar más satisfechos, porque a finales de mayo ya habíamos superado el número completo de espectadores de los dos años anteriores.

--¿Podría concretar los datos?

--En 2011 hubo 107.000 espectadores, en 2012 unos 121.000 y en mayo ya teníamos 123.000. Es un dato importantísimo haber superado en cinco meses el número total de público de los años anteriores. A estas alturas estamos en unos 140.000, y no sé si alguna vez se ha repetido esa cifra, pero mi objetivo es cerrar el año en 175.000 espectadores.

--¿A qué responde esta mayor afluencia de público?

--Hemos programado más, pero tampoco en exceso. La clave estáen haber ampliado mucho el abanico de espectáculos, y parece que a la gente le ha gustado. Otra idea ha sido hacer más promoción, ya que antes de cada programa se editaban 2.500 boletines que no salían del teatro, y ahora sacamos 30.000 para una población de 90.000, lo que se concreta en un programa por familia. Hemos llegado a más sitios porque queremos que todo el mundo se entere de lo que está haciendo el Gran Teatro.

--Más espectáculos, mayor nivel de promoción... ¿Cómo se ajustan al presupuesto?

--Los modelos de contratación han cambiado y estamos haciendo equilibrios porque de 2011 hasta ahora hay 400.000 euros menos de presupuesto. El modelo de ahora se basa en que todo el mundo asuma riesgos, tanto nosotros como las compañías. El teatro siempre asume pérdidas porque somos una institución pública, pero no como antes. De hecho, abrir la sala principal un día son 1.000 euros. Lo más complicado es encajar los recortes y la desaparición de la aportación de Caja Extremadura, que ha supuesto un golpe fuerte. Pero a pesar de todo nuestra idea es seguir manteniendo ese abanico de espectáculos variados.

--¿Cuáles están ya cerrados?

--En septiembre vamos a estrenar el I Festival Folk Cáceres Tránsito, con Acetre, Suburbano, Pentalfas... También están programados Tomás Moro , una de las pocas obras de Shakespeare que quedaba sin representar; el gran ballet de Rusia; Lucía Gil, una de esas cantantes de Disney para los más pequeños; Pablo Carbonell; la obra 666 , de la compañía Yllana; y Manifestación , un espectáculo teatral de Albert Pla. Además contaremos con la presentación del disco de Chloé Bird.

--Si tuviera los medios necesarios, ¿a quién le gustaría tener en las tablas del Gran Teatro?

--Me apetecería mucho traer a Leonard Cohen, Dylan o Raphael, pero el inconveniente es que el teatro es muy pequeño. Son sueños que no se van a cumplir, aunque me encantaría ver a Cohen en este teatro tan bonito, porque creo que sonaría fantástico. El siempre ha sido un poco moderno y decadente, así que vendría bien para un teatro como este, que también es un poco moderno y decadente.

--¿Considera que el Gran Teatro de Cáceres está valorado?

--Creo que el teatro está suficientemente valorado, incluso por la gente que lo conoce poco, porque tiene poso y tradición. El Gran Teatro es una de las instituciones más apreciadas dentro de la ciudad, así como el mayor referente cultural por todas las actividades y festivales con los que colabora de una manera u otra.

--¿Qué opinión tiene del ambiente cultural cacereño?

--No lo veo nada mal, ya le gustaría a muchísimas ciudades tener la actividad cultural que tiene Cáceres, con grandes festivales y salas que programan. Hay gente que se queja, pero creo que es más por falta de conocimiento. No podemos tener como referencia permanente la movida cacereña ni lo que ocurrió aquí en los 60 porque las maneras de divertirse y de generar cultura cambian. Es bueno que las instituciones participen en la cultura, pero si no están, no implica que no se puedan hacer cosas.