Presume de no tener máquina de café, ni música, juega desde hace 40 años con varios clientes al mismo número de la lotería, el 25.845, y todas las tapas que se sirven en su establecimiento son frías. Y así durante 55 años, al frente del Bar San Blas, en la avenida del mismo nombre del popular barrio de la ciudad. Por ellos Benito, como le llaman sus clientes, recibe este año un reconocimiento a la trayectoria profesional por parte de Tapearte, la feria de tapas en la que participan 30 locales de la ciudad hasta el próximo 4 de julio.

Benito Tejada se crió dentro de ese establecimiento, que montó su madre cuando él tenía 9 años y acababan de llegar de Salvatierra de Santiago. "Viuda y con tres hijos, con él nos sacó adelante a todos", recuerda sobre los inicios en el que ha sido el trabajo de su vida. "De niño solo la ayudábamos", afirma. Pero tras estudiar "lo imprescindible", como él dice, Benito se metió a los 14 años tras la barra del establecimiento. Y hasta hoy.

Pronto cumplirá 65 años y empieza a pensar en la retirada. "Me gustaría pasar más tiempo con mi mujer, estar en el campo y alternar por los bares del barrio". ¿Y el suyo? "No tengo hijos, así que supongo que lo acabaré vendiendo", asegura. Mientras llega ese momento, Benito Tejada continúa apostándose cada día tras la barra entre las 12.00 y las 16.00 horas y de 20.00 a 00.00 horas, o las 02.00 los fines de semana, para atender a su clientela "de todas las edades, y en algunos casos, los hijos o los nietos de quienes venían al bar cuando lo abrió mi madre", apostilla. De aquellos tiempos recuerda las tapas de morcilla y callos que hacía su madre y las siete u ocho arrobas de vino --cada arroba equivale a 16 litros-- que se vendían a diario en pistolas , una medida que equivale a un cuarto de litro. "Ahora no se vende más de una o dos a la semana", añade; y otras bebidas habituales entonces, como el aguardiente, han desaparecido de los botelleros. "Va cambiando", dice. Como el bar, que con los años se sometió a una reforma y hace 20 incorporó un futbolín y un billar que, como entonces, continúan funcionando con pesetas. "Las utilizo como fichas", dice. El canje es sencillo, la moneda de cinco duros para el futbolín vale 50 céntimos de los actuales euros, y la moneda de 20 duros del billar, un euro.

Abierto 22 horas

También de sus años de juventud en el establecimiento recuerda que llegó a estar abierto hasta 22 horas al día. "Lo cerraba con uno de mis hermanos a las cinco de la mañana, y lo abría mi madre a las siete", dice. Pero no para poner cafés. "Nunca hemos tenido máquina", insiste mientras él saborea uno, en el bar Lido (en Gil Cordero), donde él lo toma cada día antes de ir a su bar.

"Y sin cafetera teníamos mucho negocio por la mañana", apostilla. Por eso después tampoco la ha instalado él. Entonces el negocio lo daban en esas horas las panaderías de la zona y el matadero. "Venían a tomar el vasito de aguardiente antes de entrar a trabajar y volvían al salir".

Con los años la clientela se ha diversificado. "Tengo a gente de 80 años y a jóvenes de 18". ¿El secreto? Para los primeros, los vasitos de vino a 50 céntimos y para los segundos la calidad en las copas, "y en las tapas", confiesa. Entre ellas las más reconocidas son los huevos cocidos y las tortillas (en ambos casos con la materia prima de las gallinas de su campo), el chorizo, el queso y las patatas fritas, su única concesión a la cocina caliente y también uno de los méritos para este premio.