El Papa Francisco, jesuita, que ejerce sin lugar a dudas, desde el afecto y el cariño a la Vida Consagrada, una influencia de renovación, se dispone a clausurar en Roma este año de la Vida Consagrada que él mismo convocó el pasado 30 de noviembre de 2014, haciéndose eco del sentir de muchos y de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, como él mismo refería en la carta que dirigía a todos los consagrados con ocasión de tal acontecimiento.

En nuestra Diócesis de Coria-Cáceres hemos vivido con gozo y con agradecimiento este tiempo de gracia para toda la Iglesia, que será clausurado oficialmente en Cáceres, el próximo 2 de febrero, en el Santuario de la Divina Misericordia (Centro Pastoral de Jesucristo Resucitado) y, posteriormente, en la Catedral de Coria, el día 15 de febrero.

¿Qué ha supuesto para toda la Iglesia este tiempo? Primero, indudablemente, el descubrir la vitalidad que tiene hoy toda la Vida Consagrada: vida contemplativa, religiosos y religiosas, institutos seculares, nuevas formas de vida consagrada, vírgenes consagradas...

Nunca en la historia de la Iglesia, ha existido una variedad y riqueza tan inmensa de opciones para que hombres y mujeres consagren su vida, siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia y viviendo, "con entrañas de misericordia", el servicio a la humanidad más necesitada.

Toda la Vida Consagrada ha surgido en la Iglesia para llevar la Buena Noticia a los pobres y a los que sufren. Desde todos los campos de evangelización: sanidad, colegios, mundo rural, periferias existenciales y geográficas, sus vidas son un "canto a las misericordias del Señor". Cada fundador y fundadora se ha embarcado en la aventura de contemplar a Jesús en sus misterios y en su vida, percibiendo en lo más profundo del corazón la llamada a evangelizar con misericordia. No se han cruzado de brazos, quejándose por lo mal que está todo. Han abierto puertas de esperanza en los momentos nada fáciles que les ha tocado vivir. Hoy nos toca a nosotros responder a esa llamada, por eso el Papa Francisco nos recuerda que tenemos que aprender a vivir con memoria agradecida, afrontando el presente con pasión y apostando por un futuro esperanzador.

Nuestra fuerza y poder es el Señor, como creyó María, porque "para Dios nada hay imposible". También este año de la Vida Consagrada nos impulsa a vivir los retos que, junto con todo el pueblo de Dios, obispos, sacerdotes, consagrados y hermanos laicos, debemos buscar juntos con Cristo.

Es el momento de grandes fidelidades al carisma y de grandes creatividades, en un mundo adormecido y cansado de tantas experiencias fallidas. Es esa fidelidad creativa de la que hablaba San Juan Pablo II en su carta magna Vita Consecrata. Los que se instalan solo en una fidelidad pasiva y se retiran a los "cuarteles de invierno", con la que está cayendo, hasta que nos vaya mejor, no hacen ningún servicio ni a la Iglesia, ni a la humanidad. Los que se instalan en una creatividad "salvaje", en un "sálvese quien pueda", prescindiendo de la fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al carisma fundacional en lo esencial, tampoco acertarán en la solución, porque no sabrán hacer un buen diagnóstico. Es necesario que la Vida Consagrada, serena y, a la vez, valiente, contemplativa y, al mismo tiempo, al servicio de los empobrecidos, humilde en el diálogo y, simultáneamente, emprendedora en abrir nuevos caminos desde la pobreza, la castidad y la obediencia de los consejos evangélicos, camine por lo que el Evangelio y el Papa Francisco nos están repitiendo constantemente: fidelidad y creatividad.

Por último decir que estaré en Roma con el Papa Francisco en los actos de clausura del Año de la Vida Consagrada. Tendré una ponencia sobre las nuevas formas de Vida Consagrada. El fruto de este año es la vida y lo mejor está por llegar.