El otro día ingresaron de urgencia en el Hospital Universitario de Cáceres a la madre de una buena amiga. Llegó en circunstancias críticas, pero afortunadamente allí la han cogido a tiempo. Mi amiga, agradecida por la atención que la familia está recibiendo, escribía esto: «Como extremeña que soy, cuando me avisaron de que mi madre ingresaba en el hospital en Cáceres, y dado que vivo en Madrid, me aseguré de no encomendar a Renfe la misión de ponerme al pie de la cama de mi progenitora. Tras días de vigilancia, ayer decidieron operarla».

Y añadía: «La profesionalidad con que el personal del Hospital Universitario está tratándola y tratándonos es de primer nivel, sin olvidar los quirófanos nuevecitos, medios radiológicos a la última, espacios amplios, permanente sensación de estar estrenando hospital. No hago más que preguntarme si esto sería así en un escenario de Sanidad centralizada, o sea, el que parece que busca Vox. Aunque intuyo que lo que quieren es otra cosa con esa jugada, supongamos que no. Incluso así, aquí tenemos un historial en pillar los últimos, o casi, en no ser prioridad, en tener que arreglarnos con lo que hay. Somos gente ‘mu apañá’, pero todo tiene un límite. No sé si me explico».

Pues sí, se explica estupendamente esta usuaria cuyo análisis choca con el realizado por otra persona que, indignada, mostró en las redes sociales su disgusto con la cafetería del nuevo hospital. Lo hizo publicando una fotografía de un bocadillo de calamares y escribiendo lo siguiente: «Bocadillo de calamares a la romana comprado ayer en la cafetería carpa en el Hospital Universitario de Cáceres, 2,40 euros. La imagen lo dice todo y en la foto no se aprecia: duros como piedras y recalentado. Un robo».

La visita

Más repercusión ha tenido lo segundo que lo primero porque ya sabemos que siempre nos quedamos con lo malo antes que con lo bueno, porque lo negativo vende y es carnaza en el cónclave vomitivo de internet. De modo que para ratificar si lo de los calamares se trataba de un hecho puntual o de si verdaderamente la cafetería del hospital es una bazofia, qué mejor que comprobarlo in situ. Así que allí me planté. Mi ojos y mi paladar comprobaron la calidad que ofrece ‘13 Servicios Hosteleros’, empresa que gestiona las instalaciones, ahora en una carpa hasta que la Junta de Extremadura pueda ejecutar la obra, pendiente de la licencia municipal y cuya finalización está prevista para el mes de marzo.

Son muchos los que ponen el grito en el cielo por tener que acudir a una carpa, de forma provisional dicho sea de paso. No opinan lo mismo cuando van a una boda y creen que celebrar un enlace bajo palio de plástico, en el que acaban felices bailando ‘Paquito el chocolatero’, es la cosa más maravillosa que les ha ocurrido en la vida. Y, siendo menos frívolos y menos horteras (con todos mis respetos a las carpas de los ‘casorios’), estos que tanto critican lo del hospital han debido viajar poco a los países menos avanzados del planeta, a las aldeas de la India, por ejemplo. Piensen en esos hospitales infectos de la Tierra y sean más justos y más agradecidos porque en Cáceres somos unos privilegiados.

Excepcional el trato en la cafetería del hospital, de gran calidad la comida. Los precios ajustados a las necesidades y a las circunstancias, generalmente desagradables, que implica pasar por un centro hospitalario. Desayuné café con leche y bollería casera. Pero había de todo desde 1,70 euros: churros, tostadas, ensaimadas...

Mil personas al día

A ello se añade un buen listado de platos combinados y raciones desde 1,90. Y menús del día saludables. Ensalada mixta o dos primeros a elegir, y pescado o dos segundos a elegir, más agua, pan y fruta por 4,90; medio menú por 3 euros y pieza de fruta de temporada por 1 más, IVA incluido.

Unos trabajadores amabilísimos, que siempre te arrancan una sonrisa, tratando de alegrar el día a pacientes que acuden a citas rutinarias, a familiares que cuentan las horas para la tan ansiada recuperación de los enfermos... Hacen de psicólogos, saben si prefieres un Donuts o un cruasán, te preguntan cómo estás, te dan ánimo, te dicen: ‘No te preocupes que esto pasará y aquí hay buenos médicos’.

No es fácil ser camarero, pero menos aún lo es dentro de un hospital. Y que todos ellos, que atienden nada menos que a una media de mil personas al día (son las que pasan por la cafetería) hagan de una carpa un sitio acogedor, en el que huele a dulces y café recién hecho cada mañana, es de matrícula de honor.

Y todo eso mientras fuera de esa isla donde se mezcla el dolor, el sufrimiento y la sanación, sigue el espectáculo de nuestro ayuntamiento. Valga lo primero decir que siempre me ha parecido que Francisco Alcántara ha defendido posturas coherentes en favor de Cáceres y que considero tremendo que por expresar lo que piensas terminen echándote de un partido. Hasta ahí bien, lo que no me cuadra es este rollo de los concejales no adscritos (ya hay tres en nuestro hemiciclo: Alcántara, su compañera Mar Díaz, y Teófilo Amores, de Vox).

Que sí, que ya sé que es legal esta figura, pero me parece ciertamente poco estético. Porque si en un partido no te quieren, te vas, y te vas dejando el acta, por mucho que te hayas pagado tu campaña electoral. Si estás en política es amparado por unas siglas. Y si resulta que uno ha votado a Ciudadanos, ha votado al partido, no a un representante que ya no se sabe de qué es, ni por donde te puede salir, si por la derecha, por el centro o por la izquierda.

Ojo, que vienen curvas

Dicen que Salaya está frotándose las manos, que ahora tiene de su parte a Paco, a Mar y a Teófilo, pero ojo, que se corre el riesgo de que de pronto te hagan un remate por la escuadra y te quedes fuera de juego, como ha ocurrido con esa propuesta de los no adscritos de unirse en grupo municipal. Es una astracanada que nadie entiende y que me huele que acabará pasando factura.

Ahora hay quien opina que se vota al líder. Pero es un argumento que se usa según convenga. Porque aquí hay mucha gente que defiende que si Magdalena Nevado está en el Congreso de los Diputados es porque la gente ha votado a Vox y no la ha votado a ella. ¿En qué quedamos?

Y hablando de Vox, divertidísimo el último meme que se ha colgado en las redes sociales a propósito de la foto que los 52 diputados de Santiago Abascal se han hecho a las puertas del Congreso para preparar la XIV legislatura de la Democracia española. Allí vemos en primera fila, a un lado, a Magda junto a Ortega Smith y Espinosa de los Monteros, y a otro a Macarena Olona. A ambas diputadas le han colocado una escoba y una fregona por la perla que ha soltado la madrileña Alicia Rubio de que el feminismo es cáncer y que coser empodera a la mujer. Estas son las cosas que tiene pertenecer al partido de la testosterona.

Para superar tanta memez me fui a Esencia, el establecimiento gourmet de la calle Rodríguez Moñino, que desde hace once años lleva Fidi (qué rico está el jamón) y luego bajé al mercado de la Ronda, donde Gema Galán ha reinaugurado su puesto con nuevos productos. Aunque lo que más me gustó al caer el día fue ver la esperanzadora foto de la madre de mi amiga, que ya da sus primeros paseos fuera de la habitación, en un pasillo del nuevo hospital ante los inmensos ventanales con vistas a la Umbría de la Montaña. Hermosa epopeya del poder de la medicina sobre el bien de la Humanidad.