Concluidas, a finales de 1929, las diferentes gestiones para poder sufragar la construcción de un mercado de abastos, por fin y después de más de dos años de trámites se iniciaban las obras de un inmueble diferente al resto de los ubicados en la Plaza Mayor y aledaños. Ya en el proyecto inicial, el arquitecto Ángel Pérez, proyecta la distribución interior del mercado; en la primera planta se situarían carnes, aves y caza, en la segunda pescados y huevos y en la última verduras y demás ventas de pequeña importancia. El mercado en sí, pretende ser un edificio moderno y funcional, construido a base de cemento y hierro, con una fachada principal donde destacan grandes ventanales y la puerta central, “ un poco movida, como única decoración, con el fin de darle carácter y evitar un parecido a una fábrica o a una moderna estación de ferrocarril”, según palabras del arquitecto. La obra la ejecuta el contratista onubense Cándido González Hernando por la cantidad de 353.017 Pts., con un periodo para terminar la obra de 15 meses, a partir del mes de febrero de 1930. Lo cierto es que el nuevo mercado quedara incrustado entre la muralla y el edificio consistorial, con sólo una parte de la fachada con vistas a la Plaza Mayor, un auténtico parche, que de haberse construido en otra parte de la ciudad, hubiese sido más práctico y no hubiese quedado obsoleto pocas décadas después de su inauguración.

Un aspecto importante del nuevo mercado, inaugurado el 1 de noviembre de 1931, era su reglamento interno para regularizar el funcionamiento del edificio y de las 165 casetas y 112 puestos sin caseta, de los que constaba el mercado. A través de los cuatro capítulos y 61 artículos de los que consta el nuevo reglamento del mercado, sabemos que el horario de apertura al público era de 8 de la mañana a 1 de la tarde en horario de invierno, desde octubre a marzo y de 7 a 12 el resto de los meses. En todo caso, el mercado se abría a las 6 de la mañana para que los vendedores pudiesen entrar la mercancía y preparar los elementos necesarios para la venta diaria. Se prohíben discusiones y palabras ofensivas dentro del recinto y también está terminantemente prohibido tirar al suelo desperdicios o despojos en los pasillos y escaleras del mercado. De igual manera se indica en el reglamento, que el departamento de inspección se ubicará en el mismo mercado, donde los compradores deberán acudir a verificar para la comprobación de precios y medidas y denunciar faltas o abusos de los vendedores. Por cada caseta se pagarán desde 4 Pts. a 25 céntimos, según medidas y ubicación interna. Un hecho curioso de este reglamento es que interviene hasta en el color de los mandiles de vendedores y vendedoras. Los vendedores de carne, frutas, queso y leche, usaran manguitos y delantales de color blanco y los pescaderos de color verde. Este reglamento pretendía que la actividad mercantil dentro del nuevo edificio tuviese las suficientes medidas de higiene y calidad que los nuevos tiempos demandaban.

Pasados los años, el que había sido primer mercado de abastos de Cáceres queda completamente obsoleto, tanto en su función como en su ubicación. A finales de los años 60 se inicia un proceso de trasformación de la propia Plaza Mayor, donde el mercado de abastos no tiene cabida, por lo que sería demolido en 1970, para crear en su lugar un nuevo espacio urbano que hoy conocemos como Foro de los Balbos. Aquel viejo mercado que tanto había costado levantar pasaba a mejor vida y con él los miles de microhistorias que siempre permanecerán tatuadas en la memoria colectiva cacereña.