"La soledad te invade día a día, en esta casa hace mucho tiempo que no se escucha un alma, sin embargo, es curioso, porque ya no sabría vivir sin ella, y sin Román, quien, sin saberlo, me da aliento y fuerza para seguir adelante, el día que me deje ya sí que no tendré vida, porque mi vida es la suya y la suya es la mía, hemos aprendido a ser uno solo". Este es el sentimiento que ronda cada día el corazón de María Luisa Tejero, una mujer de 65 años que lleva ejerciendo como esposa y cuidadora de su marido hace 13 años, desde que él empezó a sufrir la enfermedad que hoy día llaman del futuro , el alzhéimer.

Román Moreno comenzó a estar enfermo cuando tenía 54 años, entonces era guardia civil: "empecé a darme cuenta de que algo raro le estaba ocurriendo porque cuando ponía los platos para comer en la cocina él miraba fijamente el reloj, no quitaba la mirada, así un día, y otro,... yo le preguntaba que si le pasaba algo, pero nunca respondía. Hasta que finalmente descubrí que su cerebro no funcionaba del todo bien: no relacionaba la hora con el movimiento de las agujas del reloj, así que él se había aprendido cuál era la posición de las agujas que marcaban la hora en que tenía que marcharse al cuartel, y cuando se ponía la hora se iba", cuenta María Luisa con el rostro pensativo y la mirada baja.

Los comienzos

Desde aquel momento comenzó para ellos una larga aventura visitando a varios neurólogos de la región. En Badajoz le diagnosticaron un principio de alzhéimer "el médico nos lo comunicó con él delante, yo cuando me enteré sentí mucho miedo, en cambio él, ni una palabra, nunca aceptó que estaba enfermo y se negó siempre a hablar de ello, de hecho continuó yendo al trabajo durante casi dos años, cuando él mismo se dio cuenta de que era imposible, se le olvidaban las cosas al segundo, no podía trabajar", dice su esposa.

María Luisa y Román han tenido dos hijas y un nieto. Llevan juntos toda una vida, 51 años, diez de ellos de noviazgo, y el amor y la ternura se mantienen vivos, "la diferencia es que antes lo quería como mi pareja, como el hombre que yo elegí para que me hiciera feliz y ahora, esta enfermedad ha convertido a mi marido en mi hijo. Antes nadie estaba por delante de mis dos hijas pero hoy nadie está por delante de él", explica. "Mi vida es un sinvivir porque no salgo de casa, no puedo dejarlo solo. En cambio, no sólo es él el que tiene una dependencia absoluta hacia mí, sino que soy yo misma la que dependo de él, no puedo dejar de mirarlo y de acariciarlo", dice. "A veces le pregunto ¿Román, me quieres? o le doy besos y abrazos y él no dice nada, pero levanta la cabeza y me sonríe, eso es que sí", cuenta.

Y es que María Luisa se ha convertido en los ojos con los que él mira, el cerebro con el que piensa, las manos con las que come y los pies con los que anda Román. En su corazón no, "porque él siente, pero eso sí, solo con mirarlo o tocarlo sé si le pasa algo. El no habla pero hablo yo por él".

La evolución ha sido muy lenta "los primeros años salíamos juntos siempre a pasear, él se agarraba a mi brazo y no me soltaba y en casa siempre estaba detrás de mí, era mi sombra, quizá tenía miedo, pero nunca lo decía".

Desde el principio, María Luisa acudió a charlas , leía libros y periódicos para informarse de todo lo referente al alzhéimer "y aprendí mucho", cuenta, "me enseñaron, por ejemplo, que cuando su estado no era muy avanzado le colocara siempre su ropa en el mismo sitio para no descentrarlo y que él mismo pudiera vestirse y no se sintiera inútil, que lo sacara a pasear y que le hablara mucho. Cuando ya empezó a dejar de moverse, me aconsejaron que le diera mucho cariño, que le besara, le tocara y le abrazara, y yo les decía: si fuese por cariño ya se habría curado", recuerda con una enorme sonrisa. "Eso sí nunca me ha visto triste, no he querido que me viera sufrir, aunque he llorado muchas veces".

Ayuda de asociaciones

Pertenecen a la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer de Cáceres, a la que están asociadas otras 250 personas. A través de ella María Luisa cuenta con una auxiliar que le ayuda a levantarlo de la cama, ducharlo y cambiarlo.

Además, Román fue el primer extremeño que fue visitado por la ley de dependencia. Ella solicitó la ayuda hace tres años y finalmente les fue concedida en enero de 2009. A través de ella, la Junta les ha concedido otra cuidadora que acude a su casa tres horas por la tarde para vestirlo y llevarlo al centro de día Francisco Chanclón, donde pasa las tardes desde hace cuatro años. Eso le permite a María Luisa darse un respiro cada día y dedicarse tiempo a sí misma.

"Muchas veces le digo a las auxiliares que si algún día llaman a la puerta y no les abro, que no se vayan y que intenten abrir porque seguro que me habrá pasado algo", cuenta María Luisa mientras recuerda el suceso ocurrido el miércoles en La Mejostilla, donde después de al menos cuatro días fallecido, apareció el cuerpo sin vida de un hombre que llevaba años cuidando a su exmujer, enferma de alzhéimer, que no fue consciente del triste desenlace de quien fue su pareja.

La historia de María Luisa podría trasladarse a otras miles de familias que sufren a diario en España la crueldad de esta enfermedad. En la provincia de Cáceres existen 1.798 personas dependientes en listas de espera para ingresar en residencia, 273 en reserva y 2.500 en lista para ayudas a domicilio.

Muchas de ellas son respaldadas por asociaciones como Alzhei Cáceres que ayudan pscológicamente a los familiares y enfermos así como cuidados fisioterapéuticos o ayudas de ejercitación de la memoria para que no pierdan las capacidades básicas. Es una dura y larga enfermedad, hay que ser muy paciente y capaz de dar mucho cariño.