Hace cuarenta años aprendió de su suegra la receta de los algodones de azúcar y desde entonces ha recorrido junto a su marido decenas de ferias por la geografía española, profesión a la que ahora se han unido sus dos hijos. En la de Cáceres se instala en la calle principal de la feria, desde donde ha endulzando a cada paso durante décadas a niños y adultos.

--¿Cómo empezó su vida de feriante?

--Empezaron mis suegros en Barcelona y cuando me casé mi marido y yo íbamos con ellos. Mi suegra fue la que me enseñó a hacer los algodones, llevo haciéndolos desde los 15 años.

--¿Los dos hacen algodones?

--Los algodones hemos dejado de hacerlos en la feria porque había muchos. Nos hemos reinventado y ahora tenemos un puesto de hamburguesas en la calle principal y otro más grande con kebaps y hamburguesas frente a los coches chocones.

--¿Cómo es vivir todo el año de un lado para otro?

--Al año hacemos once o doce ferias, es nuestro trabajo y a lo que estamos acostumbrados, aunque a veces te cansas porque nos vamos haciendo mayores. El ambiente de la feria nos gusta porque nos encanta ver a la gente divertirse, más aún en los tiempos que corren.

--¿Cómo recuerda la feria de Cáceres hace 40 años?

--Entonces se hacían dos ferias, la de mayo y la de septiembre, nosotros íbamos a las dos porque somos de aquí. Antes la feria era mejor que ahora porque venía más gente, es verdad que se ganaba menos, pero había más gente.

--¿Qué cree que le falta?

--Ya no es lo que era, muchos cacereños aprovechan el puente para irse a la playa y sobrevivimos de la gente de los pueblos.