"El milagro se produce cuando ves que un enfermo que está decaído y no come y se acerca la hora de ir a Lourdes se pone como una moto de contento", comenta Pedro Méndez, jefe de camilleros de la Hospitalidad de Lourdes. Anoche, a las nueve, cinco autobuses desde Cáceres partieron hacia el santuario francés. Para despedir la expedición el Coro Rociero les animó con sus canciones. El administrador apostólico, Ceferino Martín Calvarro, les dio la bendición. Viajan 250 personas entre las que hay 100 enfermos de diferentes instituciones y 120 voluntarios, además de algunos peregrinos.

Cada enfermo lleva asignado uno o dos voluntarios dependiendo de la gravedad. Una vez en Lourdes, tras la comida, realizan una procesión en la que es necesaria una amplia organización: camillas, sillas de ruedas... "Claro que los enfermos que no andan saben que no van a andar, pero el estímulo del viaje es enorme" , subraya Méndez.

Este es el décimo quinto año consecutivo que se celebra esta peregrinación. Desde que empezó, Pedro Méndez no ha faltado a ninguna cita. Antes no era el jefe de camilleros, era el responsable de la cocina: "Teníamos que llevar la comida, a lo mejor preparábamos un cocido extremeño para 200 personas, y llevábamos los garbanzos y los poníamos en remojo". Los tiempos han cambiado y ahora ya comen en los hoteles y hospitales. Los voluntarios que acompañan a los enfermos tienen que pagar su billete. "La gente nos dice que con el mismo dinero podríamos ir a Galicia, a la playa, pero esto es diferente, por mucho que demos, lo que recibimos es mucho más", afirma.

El acto principal será una eucaristía en la gruta, el 6 de julio, presidida por Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia. Los peregrinos estarán de vuelta en Cáceres el lunes a las once de la noche. Llegarán cansados, "pero con mucha más fuerza", asegura Méndez.