Hace algún tiempo comenté en esta peculiar ‘Tribuna Abierta’ las connotaciones socio políticas que se podrían sacar del repetido refrán: «En el país de los ciegos, el tuerto es el rey». Subrayando la ‘ceguera’ que suelen padecer algunos colectivos de ciudadanos en vísperas electorales; y la ‘in - opia’ a la que son sometidos por los diversos ‘agentes’ de cada campaña electoral, para ‘opacarles’ la visión y cerrarles los oídos mediante falsas promesas, o imaginando situaciones ‘legendarias’ en el futuro del país, si les votamos a ellos.

Después, apenas terminada la campaña del pasado ‘superdomingo 26M’, los candidatos a legisladores -en España o en Europa-- ya se han recorrido este país de ciegos y de tuertos, repartiendo promesas, dibujando ‘visiones utópicas’ y envolviendo a los votantes en ‘celofanes trasparentes’ de suaves pliegues; en los que se presentaban ‘juicios personales’, ‘condenas’ sin pies ni cabeza y ‘ensoñaciones futuristas’ con más fantasía que realidad. Pues, ya se sabe que en una tierra donde se valora más la ‘ilusión’ que la ‘razón’, y donde proliferan los ‘ciegos’ sobre los ‘tuertos’, los resultados de la ‘consulta popular’ iban a estar marcados por otros graves defectos ópticos, más que por una visión correcta del paisaje.

Efectivamente, los ‘ciegos’ --sean reales o virtuales-- suelen confiar más en lo que oyen que en lo que ven: Aunque a los ciegos intelectuales --que es el caso de los electores-- se les repita el conocido axioma: «De lo que veas, cree la mitad. Y de lo que oigas, la mitad de la mitad».

No obstante, hoy quiero comentar otros dos defectos visuales que han afectado mucho a la mayoría de los miembros del ‘cuerpo electoral’. No porque les nuble la visión, como en el caso de la ‘ceguera política’; sino, porque se la distorsiona en sus luces, formas y colores.

La ‘miopía’ es un defecto visual que nos permite ver correctamente lo que tenemos cerca de nuestra nariz; pero nos impide ver los objetos y procesos que se alejen un poco de nosotros. Aparte de las ‘dioptrías’ causadas por la deformación de la retina --que pueden corregirse mediante unas gafas o con una operación interna del ojo-- están las ‘miopías’ intelectuales --incluso las políticas-- que nos impiden comprender aquello que esté ligeramente alejado de nuestros intereses personales, de nuestras esperanzas individuales o de nuestro entorno convivencial. Con lo cual tampoco podemos entender nuestro futuro, aunque sea muy cercano y transparente. Por lo que siempre confiaremos en que algún ‘visionario’ o ‘gurú’ de los que proliferan en las campañas electorales, nos aclare a quién tenemos que votar, para que las cosas vayan medianamente bien.

Otro defecto ocular, que puede distorsionar nuestra apreciación del ‘paisaje’ sociopolítico, es el ‘astigmatismo’; cuyos efectos son diametralmente opuestos a la ‘miopía’. Podemos apreciar con razonable nitidez las figuras y panoramas que estén alejados de nosotros; pero se nublan y difuminan las que tenemos próximas; provocando que no podamos distinguir lo que nos interesa como ciudadanos libres y democráticos, de lo que nos presentan como acertado y venturoso aquellos que consideran lo que les interesa a ellos. Torciendo así nuestra voluntad, nuestra libertad y la honestidad y rectitud de nuestros votos.

En cualquiera de los casos, la ‘terapia política’ de quien padezca estos defectos visuales ha de ser siempre la confianza en sí mismos. Tanto para los ‘ciegos’, como para los ‘miopes’ o los ‘hipermétropes’, las lentes más adecuadas son siempre el sentido común y la recta razón. Una visión clara e inteligente de los problemas que afectan a la totalidad del país y la confianza en nosotros mismos para ver su solución.

En las campañas electorales suele haber más ‘cataratas’ que ‘estrabismos’. Sobre todo ‘cataratas’ de promesas que desaparecen al día siguiente de los comicios.