Emilio González, de 75 años, atiende a este periódico mientras juega al dominó junto a tres amigos en el Hogar de Mayores, en la céntrica plaza Mayor cacereña. Vive solo desde hace 15 años, cuando su mujer falleció a causa de un cáncer. Pero, para Emilio, esto no le supone problema alguno. Sus hijas y sus nietos, dice, le hacen la vida mucho más sencilla. «Únicamente estoy solo cuando me voy a acostar. La verdad es que me apaño bastante bien», afirma.

Como tantas personas que viven solas, Emilio precisa del apoyo de su familia. «Me traen la comida y la ropa, aunque yo siempre me compro los zapatos. Mis hijas siempre han estado pendiente de mí y mis nietos, que tengo ocho, vienen a ver el fútbol conmigo. Son muy futbolistas y yo tengo el Canal Plus», explica Emilio, natural del Casar de Cáceres, criado en la capital cacereña y alicatador de profesión hasta su jubilación.

«Yo me levanto a las siete de la mañana y salgo a pasear. ¡Me hago 11 kilómetros!», describe Emilio. Después va a jugar la partida al hogar de los mayores. Junto a él, Manuel Lozano, también jubilado y de 73 años, aunque no vive solo, da su opinión sobre el tema. «A las personas que pueden valerse por sí mismas, cuando no tienen ya familia o se han muerto sus parejas, les gusta estar solas en una casa. Lo que no quieren es que se los lleven a una residencia y los tengan medio encerrado, como un pájaro en una jaula. Entonces se mueren de pena», valora.

Ambos critican, eso sí, la elevada cantidad de dinero a desembolsar para vivir en una residencia asistida. «Son carísimas. ¡Hay que ganar 1.500 euros al mes para pagarlas! El país debe mirar por toda esa gente que las necesita de verdad. Tiene que ayudar a esas personas», reclama Manuel. Al igual que su compañero, también trabajó en la cooperativa de alicatadores, aunque él como presidente. Y prosigue con una nota de humor. «Yo creo que, si me quedo solo, me iría bastante bien. Me frío un par de huevos y todo arreglado», finaliza mientras ríe.