Estabilidad. Eso es lo que le falta al gobierno de Luis Salaya y eso es lo que se busca en la negociación abierta entre el PSOE y Unidas Podemos. En esos contactos no solo se quiere lograr un compromiso para aprobar los presupuestos de 2020, sino pactar «un acuerdo político de gestión y de estabilidad a lo largo de la legislatura», según las palabras del portavoz del gobierno, Andrés Licerán.

Esa afirmación es un deseo. Es una manifestación de que se quiere hacer política. Tener una línea de actuación y llevarla a cabo. Eso es lo que se echa en falta en este y en otros gobiernos locales. Se funciona en el día a día y se atienden los problemas puntuales, pero se desconoce a qué destino se quiere llevar a la ciudad. Falta política y quitarse esa sensación de que el presupuesto, que es el principal elemento para hacer política, es solo un encuadre de cifras que dan y ponen los servicios de Intervención del ayuntamiento.

Salaya tiene una ventaja que no tuvieron ni Carmen Heras ni Elena Nevado. No se ha encontrado con gastos que se habían hecho sin dotación presupuestaria y que sumaban deuda para la que no había crédito y no tiene que hacer frente al expolio de las expropiaciones, que condicionaron a Heras y a Nevado y que ha sido lo peor que le ha pasado al ayuntamiento porque por una mala planificación urbanística y de toma de decisiones unos pocos se enriquecieron a costa del esfuerzo de una ciudad. Salaya no se ha encontrado con un ayuntamiento rico y sin ningún débito, pero no tiene una corporación con deudas millonarias. Su punto de salida ha sido mejor que el de otros, aunque le falta esa estabilidad política que está buscando.

Unidas Podemos no le va a dar estabilidad. Si Unidas Podemos llega a un acuerdo con el PSOE, no se atará de pies y manos al gobierno los tres años y medio que quedan de legislatura. Lo que puede darle es más seguridad y un acuerdo en el que se vean las líneas de qué quiere el gobierno local para la ciudad, un gobierno en el que hasta que acabe la legislatura solo estarán los concejales del PSOE, que son los que tienen la última palabra y la oportunidad de marcar esas líneas.

Para acercarse a la estabilidad necesitará un voto más. Se lo puede dar Teófilo Amores. El concejal no adscrito, antes de Vox, está por la colaboración, para no bloquear al gobierno y a la ciudad, y no por la oposición. También se lo pueden dar los otros dos concejales no adscritos, Francisco Alcántara y Mar Díaz, ahora en Cáceres Viva, porque van a necesitar dar presencia y protagonismo a su nuevo partido. También tiene la opción de Cs, perdido tras el 10-N y su ruptura en Cáceres y que necesita hacerse mucho más visible.

Para tener el apoyo de cualquira de ellos para sumarlo al de Unidas Podemos, éstos tendrán que estar de acuerdo con todos o parte de los compromisos que se alcancen entre el PSOE y UP y explicarlo porque los programas con los que se presentaron a las elecciones municipales no coinciden en todo con el de Unidas Podemos.

Pero hay una última cuestión que pocos afrontan y sin la que tampoco habrá estabilidad. Para hacer política no solo se necesita gestión e ideas, sino también financiación y poco se puede hacer en un ayuntamiento que ingresa de sus tributos lo mismo que hace una década. En 2012 se habían recaudado de los cinco impuestos locales 28,3 millones al cierre del año. En 2018, último año liquidado, fueron 25,8. Y los gastos no han bajado, sino que son mayores. La fiscalidad y la política de ingresos es una cuestión pendiente, sin ella no habrá la estabilidad que busca el gobierno y si la hay será ficticia porque se prometerá lo que se sabe que no se puede hacer.