A las 11,30 horas de hoy una caravana de coches volverá a recorrer las calles de la ciudad. Es una protesta empresarial contra el cierre de negocios y en demanda de que la Junta de Extremadura les vuelva a permitir abrir sus puertas. El sector está mal y nada invita a pensar que vaya a ir a mejor en las próximas semanas. No pasarán por la plaza Mayor, hace años peatonal y donde está el ayuntamiento. Pero seguro que concejales participarán, bien por su condición de comerciantes o de políticos locales.

Esos concejales forman parte de una corporación que en estas fechas debate la confección del presupuesto de 2021. Estas cuentas se presentan como las más importantes de la legislatura. Un presupuesto normal del Ayuntamiento de Cáceres no permite hacer mucho. Lo que se ingresa sirve para mantener la estructura (principalmente para pagar las nóminas y a las empresas que prestan los servicios públicos -también a diputación por los servicios de recaudación y bomberos- y para prestaciones sociales).

Hay para poco más, queda para algunas subvenciones -eso explica que cuando se habla de ayudas a fondo perdido a las pymes se limite a un millón o millón y medio de euros y se presente como una aportación complementaria a la que dan otras administraciones con más medios-; y también queda para consorcios vinculados a la cultura y el patrimonio y para pequeñas inversiones si sobra un pico. Esto no se puede cambiar ni en un año ni en dos y además ahora, por la situación impuesta por el covid, no toca porque se necesitaría que alguien se atreviese a hacer recortes de gastos o una revisión tributaria o las dos cosas.

Este presupuesto es más importante que otros porque 2021 es el año clave, por ahora va camino de ser peor que el pasado, y porque se ha anunciado que se acudirá a una «gran» operación de crédito. La deuda no es lo mejor. Pero estando como se está a causa del covid y con un presupuesto que da para muy poco, el endeudamiento permitirá hacer política en un momento muy delicado.

El crédito no se podría destinar a los servicios que prestan las empresas de la basura, el agua o el autobús, ni a dar ayudas, subvenciones o indemnizaciones. Es para inversiones. Pero dará igual que ese crédito sea de 8, 10, 12 o 14 millones si es para otro plan E o si va al derribo del bloque C, una vergüenza y un símbolo de decisiones tomadas hace tres décadas que lastran a Aldea Moret. Esas inversiones no son las que se necesitan ahora. Lo que se necesitan son inversiones que ayuden a que haya actividad empresarial. Gastos que a medio plazo traigan como resultado que se crea empleo.

Y esto no es una tarea para solo el gobierno. En Badajoz han aprobado entre todos los grupos políticos una operación de crédito de 19 millones para inversiones. Hubo unanimidad. Ese acuerdo sería bueno ahora que también se diese en Cáceres. Ya habrá tiempo para los grupos de la oposición de marcar distancias con Luis Salaya y su gobierno local cuando se negocien los presupuestos de 2022 y 2023. Los últimos, que coinciden con un año con elecciones, seguramente no se aprobarán, ya pasó con otros gobiernos en minoría que ha tenido la ciudad.

El presupuesto de este año necesita ideas de todos, veinticinco piensan mucho mejor que nueve, y sobre todo consenso, aunque luego cada uno se ponga después la medalla que le corresponda. Puede tardarse más en aprobarse para conseguir un acuerdo. No es lo ideal, lo suyo es que el presupuesto hubiese estado en vigor desde el 1 de enero. Pero ya se han sacado cuentas en este ayuntamiento en abril y la ciudad no ha desaparecido.

Hasta ahora solo ha habido una primera toma de contacto. Y se repite lo del año anterior, aunque con diferencias. El gobierno socialista se acerca a Podemos, pero con el matiz de que hace doce meses había un acuerdo entre ambos, compromisos cuyo cumplimiento o intención de afrontarlos se tienen que examinar ahora. Es probable que Podemos (que hace dos semanas marcó diferencias con la gestión del gobierno y que según pase la legislatura necesitará ir distanciándose del PSOE) dé por bueno el propósito del alcalde y su equipo de cumplir con lo pactado y que al final apoye las cuentas. Eso acercaría a Salaya a tener casi los votos que necesita.

La disposición del concejal no adscrito Teófilo Amores a llegar a acuerdos para no bloquear las cuentas facilitaría ese voto que le quedaría al alcalde. Y el portavoz del gobierno, Andrés Licerán, también citó el viernes la disposición de Cs. El año pasado fue igual, pero al final Cs y PSOE no llegaron a ningún acuerdo. Pero este presupuesto, por las circunstancias de este año, necesitaría el mayor consenso posible, que el gobierno se acerque a toda la oposición y acertar entre todos con las inversiones, con la política a seguir, que no se repita lo ocurrido el pasado jueves en el pleno cuando se abordó cómo ayudar al comercio y la hostelería, con cada partido haciendo la guerra por su cuenta.

Si se va a volver a endeudar al ayuntamiento, que no sea para reponer baldosas, ni para la ampliación del cementerio, que es necesario pero que se puede seguir haciendo por fases y con más agilidad y criterio en la resolución de los concursos, que es lo que ha fallado. Es momento para pensar en los vivos y no solo en los muertos, salvo que lo que se quiera sea convertir a Cáceres en una especie de Comala sin caravanas de coches que recorran sus calles.