Soledad, fracaso personal, impotencia, rechazo social,... Es la historia de una vida que nadie quisiera tener pero que sufren cerca del 16% de los adolescentes españoles. La causa: la anorexia y la bulimia, dos enfermedades devastadoras que han calado entre los jóvenes de todo el mundo y de todas las clases sociales.

16 nombres para amar y una historia impertinente es una obra pictórica (expuesta en el bar Evora de la calle Evora, en Nuevo Cáceres, y en el número 11 de la avenida de Alemania) que cuenta la vida de Montse Gamón, su autora y directora de la sala de exposiciones del Ateneo de Cáceres, que padece hace casi 30 años el calvario de la bulimia. En los 16 cuadros que conforman la muestra aparece el retrato de 16 mujeres diferentes y con los que se ha sentido identificada en las diferentes etapas de esta enfermedad: su madre, Ana Ozores, Andrea Salomé, Virginia Wolf,... son algunas de ellas.

Solo tenía 14 años cuando empezó con este trastorno alimenticio y reconoce haber sufrido mucho y sobretodo haber sido la mayor preocupación para la que es la mujer de su vida: su madre. Por eso esta exposición comienza precisamente con la imagen de ella, su progenitora, la que supo estar a su lado siempre: "nunca le agradecí todo lo que hizo por mí", explica Montse con su tono tenue de voz que denota su timidez y quizá los sentimientos encontrados que se producen al recordar la que ha sido, y todavía es, la historia de su vida.

El retrato es duro. En colores grises, porque representan el aspecto que ha tenido su adolescencia, una mujer semidesnuda sujeta un cristal entre sus manos y en su mirada se refleja el deseo de quitarse la vida. Esa es la manera que Montse ha escogido para interpretar el suicidio, algo que desgraciadamente ha pasado por su mente en más de una ocasión: "cuando estás metida de lleno en esta enfermedad a diario sientes un sentimiento de fracaso personal, impotencia por no poder salir de ahí y soledad, mucha soledad, a pesar de que los que están a tu alrededor se vuelcan por ayudarte", dice Montse recordando con cariño lo que ha significado su madre para ella.

A diferencia de otras muchas adolescentes, la enfermedad de Montse no vino marcada por envidiar a los prototipos de mujeres delgadas que se ven a diario en la televisión y que para muchas chicas de esa edad (Montse solo tenía 14 años cuando comenzó este sufrimiento), esas señoras florero parecen ser las las únicas que pueden llegar a triunfar en la vida. Pero Montse no pensaba así. Su enfermedad fue la consecuencia de una mala etapa, lo que demuestra que la anorexia y la bulimia pueden contraerse de muchas maneras.

Epoca difícil

"Hubo un tiempo en el que me sentía muy agobiada y necesitaba vomitar. Tanto que llegó un momento en el que descubrí que lo único que me hacía sentirme liberada era ir al baño y echarlo todo. Así pasé dos años hasta que todo comenzó a complicarse. Llegué a pesar 38 kilos. Cada vez era más evidente que estaba enferma", recuerda la autora, que asegura que, por encima de todo, lo más duro fue ver cómo su familia se alarmaba: "cuando los ves preocupados es cuando realmente te das cuenta de que tu vida y la suya se viene abajo. Ya nada tenía sentido", dice.

Después de todo esto Montse llegó a estar ingresada cuatro meses y recorrió parte de la geografía española de centro en centro intentando recuperarse. Ha pasado por Talavera, Madrid, Barcelona,... Y Cáceres, donde llegó con 36 años y donde consiguió estabilizar su enfermedad, aunque a día de hoy no ha logrado curarse del todo. "Todo ha sido muy lento --cuenta-- Yo sé que nunca llegaré a recuperarme al cien por cien, porque esta enfermedad llega a ser crónica cuando pasan ciertos años. Yo llevo sufriéndola 29 años. Nunca me curaré, pero ahora puedo controlarla", explica la artista que reconoce que hoy por hoy no podría seguir adelante sin sus dos hijos por los que, como su hizo su madre por ella, daría su vida.

Ahora se ha armado de valor y ha querido contar su historia impertinente con la que está segura que muchos enfermos se sentirán identificados. El dinero que se consiga de sus cuadros (cuestan entre 200 y 250 euros) se destinará a la investigación y al estudio de la anorexia y la bulimia.

Se acaba el tiempo y Montse se confiesa: "no soy del todo feliz. Pero con esta enfermedad he conseguido apreciar la vida, que está llena de pesos que hay que superar poco a poco. Recordar mi historia en esta exposición me hace más fuerte. Porque al recordarlo ves que vale la pena todo y te da fuerzas para no volver a caer", concluye.