Dice Carlos Ortiz que por las calles de la ciudad pasan no sé cuantos miles de coches. Tiene la manía de contar coches para dormirse. Bueno, Carmen Sevilla cuenta ovejitas. Y algún concejal cuenta cuentos. ¿No será el mismo coche que todo el día dando vueltas? Porque si en esta ciudad es necesario utilizar coche con tanta asiduidad, en Madrid deben nacer niños con un auto bajo el brazo.

Una gran parte de Cáceres está diseñada para ser paseada pero nuestros regidores consideran que no es suficiente y la abren a la circulación. De esta manera, algunas calles no sólo están saturadas de tráfico sino convertidas en aparcamientos. Otras deberían ser exclusivamente de tránsito, pero hay que dar de comer a los concesionarios de zonas azules, amarillas o rojas. Perdón por lo de rojas. Deberían construirse aparcamientos en lugares que permitieran tener expedito gran parte del callejero. Pero se construyen de manera que sea necesario llegar al cogollo de la ciudad.

La construcción de polígonos alejados del centro hacía suponer que muchos ciudadanos necesitarían transporte para llegar a su trabajo y a su ocio y ello exigía aparcamientos y transportes públicos. Como nada de eso sucede, el resultado es autos sobre las aceras, pasos de peatones ocupados por coches, aparcamientos en doble fila, cocheras bloqueadas, atascos y alguna bronca.