Desde niño sentía pasión por la energía y creaba redes eléctricas en un solar de su madre, en Castellón, utilizando cuerdas como conductores y un triciclo a modo de motor. Hacia 1938 inició la aventura cacereña en Casar, con 446 abonados que pagaban 1,50 pesetas de luz. Eduardo Pitarch falleció el sábado a sus 96 años tras consolidar la principal eléctrica extremeña, Pitarch, con más de 50.000 abonados. Fue merecedor del Premio Empresario Extremeño del Año, categoría Trayectoria Empresarial, en su primera edición.

Nació el 17 de septiembre de 1907 y finalizó Ingeniería Industrial en 1932. Creó su primera distribuidora eléctrica en Peñafiel (Valladolid), donde contrajo matrimonio y comenzó a fundar una gran familia de diez hijos y 28 nietos. En 1936 había adquirido otra distribuidora en León y firmó contratos con Saltos del Duero, pero surgieron fuertes competencias con firmas castellanas. El director de esta empresa le aconsejó: "Vete a Extremadura, allí hay mucho por hacer", recordaba Eduardo Pitarch en una entrevista a EL PERIODICO.

Y era cierto. Algunos pueblos, ni siquiera todos, tenían fábricas de harina que molían de día y producían electricidad de noche. Pitarch se interesó por aquellos molinos y adquirió el primero en Casar de Cáceres: compró la red al farmacéutico y la fábrica de harina a Angel García. En enero de 1940 inició el servicio. Después hizo lo propio en Garrovillas, Brozas, Alcántara y así hasta rozar el centenar de pueblos.

UN LUCHADOR Recorrió toda la provincia, siempre activo, y vivió mil anécdotas que recordaba al detalle. Le gustaba acudir periódicamente a la empresa para respirar el ajetreo de sus años laborales, la última vez hace sólo 10 días. "Mi abuelo trabajó duro por el desarrollo de Extremadura; se sentía completamente identificado con esta tierra", declaró ayer poco antes del funeral su nieto, Alfonso Pitarch, gerente de la eléctrica, que agradeció todos los apoyos recibidos.