Cuando éramos pequeños, como no había play, ni móviles, ni dinero para chuches, ni ninguna de las distracciones modernas con las que se ¿divierten? los chicos hoy en día, usábamos el único mecanismo disponible para disfrutar de nuestro tiempo libre, la imaginación. Así --seguro que usted se acuerda muy bien-- podíamos pasar horas entretenidos con una cuerda, una piedra o una peonza. Y cuando ni siquiera disponíamos de alguno de estos objetos, todavía inventábamos más con tal de pasar un buen rato. Si a todo esto le unimos la competitividad asociada a esas edades en las que había que demostrar quién era el más hombrecito, no resulta sorprendente que alumbráramos esos concursos en los que ganaba el que miccionaba más fuerte o el que escupía más lejos.

Sin embargo, los concursos de "galipos" --así los llamábamos en mi pueblo-- están en serio peligro de extinción, si es que aún se hacen. Según parece, escupir está penado con multas de hasta 750 euros, de tal manera que Pablo --el hijo de mi compañera Sara -- que tiene nueve años, anda francamente preocupado estos días porque no puede imitar a los futbolistas que nos enseña la televisión, esos que no paran de escupir sobre el césped. Pablo no se cree lo de las multas porque a Messi y a Cristiano , que él sepa, no les han multado nunca por hacer eso. No sé qué pensará usted, pero yo creo que lo de multar por escupir en la calle tiene cierta justificación, a pesar del ejemplo de los futbolistas, porque ya no estamos para hacer concursos de esos que hacíamos cuando niños y no es cuestión de ir esquivando galipos por la calle; ahora bien, por lo que no estoy dispuesto a pasar de ninguna de las maneras es por no poder cantar por la calle. ¿Qué sería de nosotros si no hubiéramos incumplido esa norma mil veces? ¿Cómo hubiéramos celebrado algunas fiestas? ¿Qué sería de la Navidad sin cantar por la calle acompañados o no de instrumentos al uso? ¿Cómo hubieran terminado algunas de nuestras ebriedades más famosas sin el himno dedicado a Asturias? Así que, desde este momento me declaro insumiso con efectos retroactivos por si pudiera dar lugar a responsabilidades cívicas y me comprometo responsablemente a elegir bien el repertorio y a no desafinar más allá de lo meramente concebible para no perturbar demasiado a los testigos ocasionales. Y además, si usted quiere unirse, sepa que será bienvenido.