El Día de Reyes es tradicional hacer regalos a los niños conmemorando los presentes que los Magos llevaron al Niño Jesús, según cuenta el Evangelio de San Mateo. Este Evangelio menciona que unos Magos siguieron una brillante estrella para adorar y llevar regalos al Niño. La tradición dice que Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron en un caballo, en un camello y un elefante (o en tres camellos dependiendo del país) trayendo consigo oro, incienso y mirra.

Así que no es de extrañar que el Día de Reyes sea el día de la ilusión. Seguramente por eso cada víspera de Reyes las calles se colapsan para recibir a Sus Majestades. Este año uno de ellos, Melchor, ha venido con gafas, y es normal porque después de tantos siglos recorriendo la faz de la tierra debe tener la vista cansada.

Comenzaremos dando un tirón de orejas a quienes, una vez más, lanzan críticas feroces a la cabalgata, porque si el ayuntamiento pone los medios debiera ser la sociedad civil la que colaborara en un acto de estas características. ¿Dónde están en momentos como este las asociaciones juveniles, de padres de alumnos, las vecinales, de mujeres, los movimientos diocesanos, las empresas o incluso la gauche divine ?

Llegados a este punto siempre nos acordamos del inolvidable Teodoro Casado, que una vez hablando del Carnaval dijo que el de Cáceres es un Carnaval de Miranda porque todos miran y nadie participa. Por eso damos la enhorabuena a la asociación vecinal de La Cañada, a la de peruanos, a Canal, a Burguer King y a cuantos sacaron esas nueve carrozas que tanto nos gustaron.

La cabalgata fue el sarao de la semana. Es lógico porque allí estaba todo Cáceres. La alcaldesa recibió a los Magos en el salón de plenos. Los regalos de Reyes que a Carmen Heras le hicieron más ilusión de niña fueron los dos primeros libros que leyó en su vida: Heidi , de la colección Historia y, atención, Los comuneros de Castilla .

En el ayuntamiento estaba la concejala de Festejos, María José Casado, que de chica le echaron una BH, que compartió con su hermano Santi. A Marcelina Elviro, y sin ánimo de competir con Carmen Lillo, los Reyes le han echado un sombrero.

Sin embargo lo que no olvidará Marcelina fue la muñequita con traje regional de aquellas que vendía Pepito Burgos, que tenía una tienda en Pintores, un poco más abajo de donde ahora está el estanco. Eran los años en los que Marcelina vivía en Brozas, su pueblo, años inolvidables de infancia y juventud con las hermanas Valencia, especialmente con Carmen.

Miguel López es hijo único. Su padre trabajaba en Alemania. Su madre ahorraba para que el pequeño viera cada año cumplidas sus ilusiones: una BH, un futbolín, un fuerte de indios y vaqueros... Cipriano Madejón recuerda el triciclo en Calzadilla y ¿Lorenzo de la Calle?: Marcelina dice que De la Calle se ha pasado con el turrón, así que desde ahora no solo tenemos un mito, Juan Parejo, tenemos dos: JuanPa y De la Calle.

En el acto estaban Manolo Lucas y Diosán, en fin, que el PSOE se dejó ver. Pero lo que verdaderamente generó en nosotros gran desasosiego fue la ausencia del peperío en tan tradicional acto. Ni Elena Nevado, la musa PP, ni Laureano, que ahora dicen que si igual lo nombran candidato a alcalde (¡madre, que lío! ¿no?). Menos mal que estaban Lázaro y Luis Fernando Gallego, a quien, por cierto, el regalo que más ilusión le hizo fue una maquinilla de afeitar. Han pasado 28 años y sigue intacta. LuisFer y su hermano Juan siempre dejaban los zapatos en casa de su abuela Rosalina, que vivía en Diego María Crehuet.

Por suerte el peperío lo arregló y al día siguiente hizo triplete y mandó a Candi Bello, Domingo Nevado y José Diego al homenaje a José María Gabriel y Galán que cada 6 de enero se celebra en Cánovas. Nos gustó la banda municipal que dirige Pedro Gómez Espada. Interpretó Filigrana y Camino de rosas . Vimos a Juan Carlos Durán, que toca los platillos y que nació en Camino Llano y estudió en las Normales. Y a Manuel Serrano, que toca el clarinete, nació en San Blas y estudió en El Madruelo.

Un homenaje a Múñez

El homenaje al poeta lo organiza la asociación Amigos de Gabriel y Galán, que preside Matías Simón Villares. Vimos a Luis Acha, Joaquín García Plata... Este año la asociación ha rendido un merecido homenaje a Fernando García Múñez, el que durante 33 años fue fotógrafo del Diario Hoy .

Múñez nació en Salamanca el 9 de julio de 1936. Siempre dice que él creció con la mala educación que le dieron a todos los niños de la guerra: el infierno, el demonio, el pecado, el pecado de la carne... cuando entonces la carne no se veía ni en las carnicerías. Y es que él fue a párvulos con las monjas y fue monaguillo con los frailes.

A los 10 años empezó el bachiller en el instituto. Entonces los niños que eran de Falange estaban separados de los que no lo eran. Los niños de Falange llevaban hasta jerseys y calcetines de lana, pero Múñez nunca fue un hijo de Falange, fue el hijo de Adela y de Elías, un ordenanza del Ayuntamiento de Salamanca que se hizo ordenanza antes de la República y que por principios nunca hubiera querido tener un hijo de Falange.

Múñez no servía para estudiar, así que empezó a trabajar como aprendiz de fotografía. Podría haber escogido cualquier otro oficio porque en aquella época había trabajo para aprender cualquier profesión. Pero Múñez eligió la de fotógrafo en Mimosa, un conocido estudio de Salamanca.

Tuvo que pasar muy poco tiempo para que Múñez se moviera en el Barrio Chino como pez en el agua porque a las chicas caras les gustaba fotografiarse y a él le daban buenas propinas. Siguió en el estudio hasta que se fue a la mili y al volver se fue a Badajoz, encontró un local, trabajó a medias con Mimosa pero a los cinco años se independizó y se vino a Cáceres.

Puso su estudio en La Conce. Al principio hacía fotos de bodas, algo que --según confiesa-- le deprimía mucho "porque sabía lo que les esperaría" a quienes decidían pasar por el altar. Como fotógrafo de bodas tiene dos anécdotas dignas de mención. La primera fue en San Blas. Falló el fotógrafo, y el cura, don José Reveriego, lo mandó llamar después de que la novia montara en cólera al ver que el día más feliz de su vida se quedaba sin retrato. Múñez llegó y don José repitió la boda para que la novia tuviera sus fotos.

La segunda anécdota: una chica de Cáceres se casó con un catalán. Los catalanes acudieron a la boda muy encopetados, con mantillas y trajes por doquier. La familia de la novia era más de andar por casa. Llegado el momento de cortarle la corbata al novio, la novia se opuso a tan rudo ritual así que los de su barrio no lo dudaron: se abalanzaron sobre la pareja y hasta un tijeretazo en la mano se llevó la desposada.

A los dos años de llegar a Cáceres Narciso Puig Mejías, redactor jefe del Hoy , llamó a Múñez para que trabajara en el diario. Un día Múñez fotografió a Trillo Figueroa mientras éste revisaba la compañía de policía armada en la plaza de San Juan en sus tiempos de gobernador civil. Al cabo de los años, su hijo, Federico Trillo, visitó Cáceres siendo ministro. En el lugar donde se celebraba el acto había un libro en el que aparecía precisamente la fotografía del padre del ministro. Múñez se la mostró y éste espetó: "¡Los grises, qué horror!" , sin reparar en que quien pasaba revista a aquella tropa era su padre.

A Múñez su profesión le ha dado todo. "No he sido chulo de nadie, nada más que de la fotografía porque le ha sacado dinero y a veces la he maltratado", asegura entre risas quien durante tantos años ejerció el periodismo con pasión. Ahora, junto a su mujer, Josefina Burgos, vive en Torreorgaz y es feliz. Pasea con sus perros y todos los días sale a echar la partida.

Llegamos a casa y en un rincón los Reyes han dejado un regalo. Parece mentira que pasen los años y nuestras mejillas aún se sonrojen al destapar el celofán. Tras la flexible transparencia aparece una foto firmada por Múñez. En ella, como un tesoro, como una brillante estrella, como aquellas chicas del Barrio Chino, inmortalizada queda la bella Cáceres.