La huella ecológica es un indicador ambiental admitido, que estima la superficie productiva necesaria para asumir la demanda humana de recursos existentes y la capacidad del planeta de regenerarlo y asumir sus residuos. Se mide en hectáreas (10.000 m2) de superficie por habitante para áreas, bien sean de cultivos, pastos (ganado), bosques (sumideros de CO2), mar productivo (pescado) y superficie artificial. Los grandes alteradores de este indicador son la quema de combustibles fósiles por sus emisiones de CO2 --48%--, seguido de la agricultura --22%--. Es un indicador que los gobiernos deberían utilizar para vigilar su balance ambiental.

De forma global, los hábitos de los ciudadanos del Planeta hacen consumir 2,7 hectáreas por habitante al año cuando la capacidad de regenerarse es de 1,8 hectáreas por habitante, es decir, necesitamos 1,5 planetas al año para mantener nuestros hábitos; o, dicho de otra forma, en agosto hemos consumido y generado los residuos que el planeta es capaz de asumir en todo un año. La huella ecológica ha crecido un 34% en los últimos años a consecuencia del incremento del consumo de energía; con este ritmo la ONU considera que durante la próxima década se necesitarán dos planetas al año.

Si disminuimos la escala, la situación empeora.

La huella ecológica de España es de 4,74 hectáreas por habitante y año --equivalente a la de 2,63 planetas o 3,25 veces la superficie productiva de España--, la ciudad de Madrid 3,17 --1,76 planetas o 46,26 veces la superficie de Madrid-- y la ciudad de Cáceres 4,45 Ha/hab, que equivaldrían a 2,5 planetas al año, si bien la proporción mejora respecto a la superficie del municipio, 1,38 veces.

De aquí la necesidad de demandar políticas dirigidas a mejorar el balance ambiental: es inasumible que ciudades como Cáceres, por su extensión, tengan una huella superior a la de Madrid o un déficit ecológico global de 2,65 hectáreas por habitante y año.