Al amparo del prestigio de las órdenes militares, durante el último siglo han ido surgiendo nuevas organizaciones que toman nombres antiguos y se presentan como continuadoras y descendientes de órdenes extinguidas, como por ejemplo el Temple, cuyo trágico final ha dado lugar a un interés morboso y a mil leyendas enlazadas incluso con el Grial. Generalmente, las personas que las fundan tratan de ganar protagonismo proclamándose maestres, llevan hábitos vistosos y lucen condecoraciones fastuosas.

El problema es que en muchos casos se trata de negocios de dudosa legalidad, que piden dinero a los integrantes para vestimentas u ornatos, haciéndoles sentir importantes por pertenecer a la organización. José Miguel de Mayoralgo advierte contra este tipo de organizaciones, que además proliferan por todo el mundo.