Si se les escucha, las historias que cuentan son de las que provocan ese pellizco en el estómago. Pasar la Nochebuena solo, durmiendo en un cajero, es una imagen que pocos --por no decir ninguno-- ni si quiera hemos llegado a ver porque solemos compartir esa jornada con multitud de familiares. Sin embargo, algunos han sufrido en sus carnes la nula piedad de la soledad y, desgraciadamente, no solo en Navidad. Por ello, desde el Centro Vida de Cáritas --junto a la estación de trenes-- se esfuerzan en que las personas acogidas pasen esta época de la mejor manera posible y, aunque les cuesta recuperar la ilusión, cuenta Lucía Borrella, educadora del centro, «nosotros hacemos lo posible por ello».

Como en cualquier hogar, en el Centro Vida se hacen todas las comidas especiales. Los 16 acogidos actualmente --la máxima capacidad del centro-- disfrutaron de una cena en Nochebuena y de un almuerzo en Navidad. Esta noche volverán a cenar en ‘familia’, se comerán las uvas junto con un monitor que los acompañará hasta las 00.00 horas y mañana volverán a sentarse a la mesa a mediodía para compartir la comida de Año Nuevo.

Pero la sorpresa más grande para muchos de ellos --la mayoría lleva menos de 12 meses en el centro-- se da el día 5. «Esa noche, como en todas las casas, vienen los Reyes Magos y les dejan un detallito a cada uno», desvela Borrella. «Entre los trabajadores pensamos qué es lo que pueden necesitar o les pueda hacer ilusión», cuenta la educadora del centro, que asegura que es uno de los momentos «más bonitos» de esta época porque las personas que no estuvieron acogidas el año pasado «no se esperan para nada que vayan a tener algún regalo», y aquellos que ya lo saben no lo desvelan para no romper la magia. El día 6 también tienen almuerzo y para merendar les espera el clásico Roscón de Reyes.

Como en toda casa, los acogidos colaboran en la elaboración de las comidas y también han sido los encargados de decorar el Centro Vida acorde a la época navideña. «A la hora de hacer la comida preparan los entremeses con los monitores, les ayudan a cocinar, a poner la mesa...», añade Borrella, cuya satisfacción se torna plena cuando ve que estas personas «se sienten arropadas y un poco más en familia».

El Centro Vida no les traerá de vuelta el tiempo que ya se fue, pero les da un poco de esperanza a las personas que viven en él, que en esta época del año es quizá cuando más les flaquean las fuerzas de seguir luchando. El Centro Vida no puede sustituir a ninguna familia biológica, pero ayuda a que estas personas no pasen ninguna Navidad más solos.