El Nano era uno de esos personajes entrañables que ha dado la ciudad. Le recuerdo en mi niñez con los carteles que hacía con calendarios de la virgen, que luego llevaba por la calle. Era habitual escuchar a la gente cuando decía aquello de "ha llegado El Nano". Hablaba deprisa, pero se le entendía perfectamente y siempre se refería a "la santísima Virgen de la Montaña". No olvidaré nunca el canto de sus plegarias que, según la sabiduría popular, eran el preludio de la lluvia. Cuando llegaba a un barrio, la gente comentaba que seguro que llovería al día siguiente. Incluso, cuando había sequía, le pedían que saliera para que hubiera agua. Era como un niño grande. Los que sí lo éramos de verdad le tratábamos como un personaje popular e inocente, como uno de los nuestros. Este tipo de personajes populares merecen formar parte de la memoria colectiva de los pueblos con un lugar dedicado en la ciudad, algo que haga que no se pierda su imagen. Había gente que preguntaba por él en los últimos años, como su sobrina Eva Amaral cuando vino a dar un concierto. Era bueno y formará parte para siempre del paisaje humano.

*Historiador.