Nicomedes Jiménez Iglesias y María Díaz Peña tenían cinco hijos: Juan, Eladio, Mari Luz, Luis y Saturnino, y se dedicaban al comercio. Primero tuvieron un negocio en Ibahernando y después en Valdefuentes hasta que en 1935 Nicomedes se vino a Cáceres para instalar uno de los establecimientos más reconocidos de la plaza Mayor: El Barato, justo en el lugar donde antes hubo una imprenta. El Barato comenzó vendiendo telas y poco después también puso confección. Era aquella una tienda muy profunda cuya parte de atrás daba a la calle Ríos Verdes, con un mostrador en forma de ele, según entrabas a la derecha, y una caja registradora de aquellas antiguas, de las grandes, montones de estanterías y un escaparate con vistas a los soportales.

El Barato convivía con otros negocios de la época, como La Muñeca, de Rosendo Caso, Los Agúndez, El Siglo, Terio, La Salmantina, la farmacia de Castell, El Toledo, El Gironés o La Parada, que fueron negocios de hostelería míticos de la ciudadela cacereña. En El Barato trabajaban Nicomedes, dos dependientes y el pequeño Saturnino, hijo de Nicomedes, más conocido en Cáceres como Nino, nacido el 9 de febrero de 1924.

La familia vivía entonces en el número 9 de la calle Colón. Enfrente de su casa había un terraplén enorme, donde Nino iba a coger colorines. Por allí residían los Guardiola, los Garcés, los Valiente... y en el número 2 había un comercio que llevaba la señora Mercedes. Nino hizo 1º en el Instituto El Brocense, donde impartía clases don Martín Duque, pero a los 11 años ya estaba trabajando en la tienda de su padre, primero barriendo, limpiando cristales, de botones... hasta que se hizo dependiente. Un día, Nino decidió estudió la carrera de Comercio en Sevilla, probar suerte y cambiar de empleo, así que a los 28 años se convirtió en agente comercial, cogió casas y empezó a trabajar, primero por la provincia con su biscuter, y luego por toda España de la mano de marcas como Manufacturas de Paraguas, Chao que eran de Baza (Granada) y muchas otras.

A su mujer, Paquita Lara Garrido, la conoció paseando por Cánovas, en aquellos años de la juventud donde acudía al Mercantil a jugar al billar, a Acción Católica y todos los domingos al cine Norba. Paquita era hija de Luisa y de Francisco, que era ferroviario, estuvieron 10 años de novios, (a las nueve de la noche en casa, como marcaban los cánones de entonces, porque si no había follón). Se casaron en San Mateo y lo celebraron en el Alvarez cuando el hotel estaba en la calle Moret. Ese mismo día se fueron a hacer noche a Mérida porque por la mañana partían hacia Sevilla y de ahí a Málaga, rincones donde disfrutaron de su inolvidable luna de miel.

La avenida de Alemania

De regreso a Cáceres comenzaron a vivir en la avenida de Alemania (entre sus vecinos Terio, don Justo o José Fuentes) justo al lado del famoso Bar Lechuga, que llevaron Andrés Iglesias (que era hermano de Manuel, que fue un maletero muy conocido porque le faltaba una mano y en su lugar tenía un garfio del que agarraba las maletas desde su puesto en la plaza de San Juan, muy cerca de la parada de taxi) y su mujer, Wenceslá, que era hija del Lechuga. Tuvo sin duda Andrés Iglesias una gran vista comercial porque su nuevo hotel estaba situado justo enfrente de la vieja estación de ferrocarril, de modo que hasta allí arribaban decenas de pasajeros en busca de un lugar donde comer o dormir. Era además entonces la avenida de Alemania carretera nacional y por ella pasaban cientos de camioneros y muchos aficionados camino al campo de fútbol de Cabezarrubia para ver al Cacereño, así que el hotel tenía siempre un gran trasiego.

Nino y Paquita tuvieron tres hijos: Luis, casado con Yolanda Sancho, Javier, que se casó con Elena Barra y María del Pilar, que contrajo matrimonio con Javier Ceballos; y cuatro nietos: Javier, Natalia, Aida y Borja.

El fútbol fue siempre la gran afición del patriarca de la familia. Nino también practicó el waterpolo, el tenis (fue uno de los fundadores del Club de Tenis Cabezarrubia), el atletismo (corría el campo a través y los 100 metros junto a Guerra, Valhondo o los Pita) y el ciclismo. Incluso llegó a participar de refuerzo en las 24 horas de baloncesto de veteranos. Nino comenzó a practicar el fútbol de pequeño en Colón, junto a sus amigos Guerra, Guío, Lucas, Leo... de ahí pasó al Canario, un equipo que había en la plaza y que luego se llamó Atlético Cacereño y en el que jugaron nombres como Calaña, Tate, Andrés, Amalio, Guerra, Piqui, Bejarano, Quico o Vilón.

Eran los años, 1940-1941, en que se estaba reorganizando el Cacereño porque el Cabezarrubia había quedado prácticamente devastado tras la guerra. Entrenaba el Cacereño a las siete y media de la mañana. Nino guardaba entonces los balones en su casa, a la espera de la llamada de Navarro, otro jugador, y luego enfilaban hacia el campo, donde ya estaba esperando don Oscar Madrigal, que fue presidente del club. Al poco tiempo se empezó a vallar el campo con la madera que sobraba de la que se echaba a los carboncillos del tren. Después construyeron unas casetas y el club comenzó a despegar. Nino jugaba de modo profesional de la mano de Julio, Zamorita, los Sinfo, Canoro... Fue el momento en el que don Oscar se marchó a Madrid a fichar a nuevos jugadores y comenzaron a llegar los primeros socios, que entonces pagaban 50 céntimos al mes (Nino fue el socio número 2 de Tribuna General).

Nino jugó en el Cacereño durante siete u ocho temporadas, también estuvo dos en el Mérida y pasó por el Almendralejo y el Trujillo. Una etapa dorada la suya en el club de su ciudad; Nino, el portero imbatible del Cacereño, el rey de las paradas, de envidiable memoria, que hoy vive en su piso de Camino Llano recordando aquellos felices años del pasado cuando rozó la gloria ante la malla de una portería.