Plácida Giraldo y Dolores Carrasco, con 79 años cada una, ya eran amigas antes de empezar a vivir en la residencia de mayores de Cervantes, pero desde que coincidieron en este centro su amistad se ha hecho más fuerte y ahora son el apoyo la una de la otra. "En los momentos buenos y en los malos, que también los hay" indican.

Giraldo fue la primera en entrar a la residencia hace siete años, dice que se quedó viuda y que aunque "fue muy duro dejar mi casa", comenta, "ésta era la mejor opción a la soledad y los años". Pero la estancia en el centro se le ha hecho más llevadera desde que entró su amiga Dolores, a la cual ella le indicó qué pasos debía seguir para que le dieran la plaza.

Carrasco entró en la residencia de Cervantes hace cinco años. Sus motivos, los mismos: "la soledad". Aquí reconoce que es el principal apoyo de su amiga: "A veces está muy desanimada y yo le digo que tiene que poner de su parte y vivir lo mejor posible lo que le queda".

Los ratos libres transcurren paseando por los alrededores del centro. "Nos gusta mucho caminar y es muy bueno para la circulación y nuestra salud en general". En estos paseos recuerdan a sus hijos y cómo Dolores trabajaba en el edificio Norba y Plácida cuidaba de su casa y de sus hijos, quienes la visitan a menuda, al igual que la hija de Dolores.