En Italia se paga por entrar en cualquier sitio: una iglesia, un museo, un palacio, un jardín, un cuarto de baño... Algunos lugares son muy interesantes, otros, un timo lleno de andamios. Cuando piensas que en Cáceres es gratis contemplar un Greco o un aljibe y por cuatro euros puedes ver un museo, una torre medieval con su muralla y un centro de interpretación, pues la verdad, te sientes un poco pardillo.

Allí también tienen algún problema de personal como cuando en el museo de Cáceres no se puede contemplar la pinacoteca por las tardes. En la Pinacoteca Nazionale de Bolonia lo han solucionado salomónicamente: de 10 a 12 se ven las salas renacentistas y de 12 a 14 horas, las barrocas. Y por la tarde, más de lo mismo.

Una carta al director

El pasado domingo, una carta de un discapacitado asturiano al director de EL PERIODICO ponía al descubierto la inaccesibilidad en Extremadura y, particularmente, en Cáceres. En las ciudades italianas Patrimonio de la Humanidad se piensa en los discapacitados: museos accesibles, baños accesibles en bares y restaurantes, cascos antiguos accesibles e incluso, entrada gratuita a algunos museos para el discapacidato y su acompañante. Eso en la ciudad feliz es un sueño.

Los cascos monumentales de las viejas ciudades italianas están habitados, pero, en general, se han convertido en un bazar del que dan ganas de salir corriendo. Es algo parecido a lo que ha sucedido en Santiago de Compostela, donde los bazares de Todo a Cien han tomado las calles principales de la parte antigua. En ese punto, la ciudad feliz parte con ventaja: está siendo conquistada lentamente por la hostelería y el comercio y esa conquista se está haciendo con bastante buen gusto.

Comparando la estructura urbana y las costumbres de capitales como Siena, Pisa, Arezzo, Perugia o Lucca, se llega a la conclusión de que son muy parecidas a Cáceres. Tienen su Cánovas, normalmente sin arboleda, que se estrecha en una Pintores comercial y peatonal y desemboca en el casco monumental. Por esa ruta discurre como en la ciudad feliz la tradicional paseggiata , el paseo provinciano del matrimonio elegante que se detiene a cada paso para saludar a los conocidos. La peatonalización es moneda común con excepciones. En Lucca, Siena o San Gimignano, la peatonalización del casco viejo es absoluta y deliciosa. En Florencia, es parcial, es por horas y es por zonas. En resumen, la ciudad es un infierno de ruidos y humos, te crispa y te deja una impresión bastante deprimente.

En Italia, te sientes como en casa: la gente es muy ruidosa, se habla a voces, la expresividad es tan exagerada que cuando dos hombres hablan del tiempo parece que están a punto de apuñalarse y, para rematar, algunos varones mantienen la latina costumbre de escupir en la calle.

Decía Josep Pla que el italiano es, después del portugués, el latino que escupe más y el novelista Bandello refiere en una de sus obras el vicio de escupir que tenían algunas señoras italianas del siglo XIX. Las señoras ya no escupen, pero los caballeros son algo guarretes.

Visitando el mítico teatro La Scala de Milán, uno se reafirma en la creencia de que el Gran Teatro de Cáceres es un magnífico coliseo. No se puede comparar con los grandes, pero en pequeño, resulta tan encantador como el que más. Estoy seguro de que en Italia lo enseñarían a los turistas previo pago de cinco euros.

¿Que qué tal las italianas y los italianos, que si son tan atractivos y elegantes como dice la mitología moderna? Pues la verdad, lo que abundaban eran los muchachos y las muchachas de pelos brillantes, camisetas ajustadas, gafas ultramodernas y caritas resultonas igualitos a los que me encuentro en el bus n 1 de Aldea Moret o en el n 2 que une La Mejostilla y Las 300.