La chavalería de mi generación pasó gran parte de su vida en la calle. Te ponías a jugar a la pelota en casa y de inmediato se oía una voz: " ¡Niño! A jugar, a la calle". Y allá que te ibas. Porque la calle lo permitía todo. Desde dar patadas al balón hasta saltar a la pica pasando por azuzar a los perros y matar gorriatos. Pues he aquí que después de muchos años y cuando los nenes no juegan en la calle por razones obvias, te mandan otra vez a la calle. Pero ahora tu esposa e hijos. "A fumar, a la calle". Porque la alternativa que te ofrecen es peor aún. Si el lector es un buen observador habrá comprobado que se ven muchos fumadores en terrazas, ventanas y balcones. De manera que la familia hace lo que puede para que no contraigas un cáncer de pulmón, pero en cambio no tiene ningún inconveniente en que te acabes pillando una neumonía.

Quizás la ley de la ´dependencia´ debería conceder ayudas para que en los domicilios de los fumadores se habilitara precisamente una habitación para fumadores. Un acondicionador de aires, un sillón cómodo, la televisión, algunos libros y varios periódicos, unas cervecitas frescas, unos pinchitos de patatera, unos tacos de jamón... y por supuesto un buen cerrojo para evitar visitas intempestivas que solamente acuden a recordarte lo mal que lo vas a pasar cuando al final tengas un enfisema galopante por haber fumado, y lo torpe que eres pues sabiendo el mal que te hace el tabaco, todavía no lo dejas.