Nada más legítimo que el anhelo de los pueblos por conocer su propia historia y los valores culturales que refuerzan el sentimiento de pertenencia a un territorio, constituyendo "la sustancia íntima de una patria" (Manuel Vicent), obra de literatos, músicos, artistas... y de quienes los dan a conocer. Tarea no siempre fácil, porque la Universidad llegó aquí tarde (1973), cuando ya se habían perdido demasiadas historias. Algunas aún se conservan en domicilios o archivos particulares, si bien de acceso a veces problemático.

Por ello celebramos el regreso de un artista vinculado a Cáceres: el pintor madrileño José Luis Turina, que gana la cátedra de Dibujo del Instituto El Brocense en 1954. Alumno de Martínez Cubells y Vázquez Díaz, finalizó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1945. Nieto de pintor e hijo del compositor Joaquín Turina, sevillano universal, realizará durante seis años una intensa labor en el instituto y en la enseñanza privada, dejando huella en cientos de alumnos.

Con igual entrega participó en las actividades culturales de la época, desde animadas tertulias con otros artistas a charlas de Arte y Estética difundidas por la emisora local, cuyos guiones conserva su autor con otros entrañables recuerdos de Cáceres, a la que se vinculó más aún por el nacimiento en nuestra ciudad del último de sus cinco hijos.

La fisonomía de la ciudad y su entorno (la Sierrilla) o las ferias, quedaron reflejadas en coloristas y luminosos lienzos que atrapan un instante del bullicio del circo o del descanso del feriante ante el tiovivo y la noria en reposo, etc. En estos primeros años se mantiene dentro de la pintura figurativa de corte académico de su época, en la que apunta una cierta influencia de Zuloaga.

En 1955 realiza su primera exposición cacereña en el Círculo de Artesanos. La siguiente (1957), en la sede de la Obra Sindical de Educación y Descanso y con otra en la Casa de la Cultura (1960) se despedirá de Cáceres, al acceder por traslado a la cátedra de dibujo del Instituto Jaime Balmes de Barcelona. Aquí --y después en Madrid-- seguirá su evolución artística hacia la experimentación técnica y formal, que le llevará a un mayor interés por las texturas y las más diversas calidades matéricas, así como al collage y a la pintura en relieves planos, los dibujos con tinta china y a la escultura.

En el mismo Palacio de la Isla de su última cuelga cacereña se ha abierto una exposición en homenaje a su 90 aniversario, tras la que Turina cederá un cuadro a la ciudad. Recobramos así una figura que faltaba en nuestra historia artística, que no renunciamos a ver completa. Puede ser el inicio de una ronda de recuperaciones de otros pintores cacereños, cuya obra está por descubrir.