Mucho se habla en la actualidad sobre el abastecimiento de agua a Cáceres, dándose a entender a la opinión pública la idea de que el problema reside en ésta o aquella presa; es decir, se sigue con el punto de vista de la satisfacción sin fin de la demanda de agua de una ciudad que pierde un 35% del agua que recibe y que no cuenta con ningún plan serio de gestión de la demanda. Sería como seguir dando dinero sin control a un derrochador porque según él, el dinero no le llega.

Los promotores de la presa del Almonte aducen que dentro de 30 ó 40 años sería necesaria para una población de 200.000 habitantes. En cambio, está más que comprobado que las previsiones se exageran para justificar cualquier objetivo de obra hidráulica y, sobre todo, ¿qué estudio se ha hecho sobre esa desmesurada afirmación de 200.000 habitantes a tan largo plazo? Un solo ejemplo: se decía hace 30 años que Barcelona necesitaba un trasvase de mil hectómetros cúbicos; pero ahora, con medio millón más de habitantes y un PIB muy superior, se consume menos agua que en 1973 y ese trasvase jamás se ha realizado.

Quizás desconocen sus promotores que, en todo caso, una planificación a tres décadas (o cuatro, dicen) es un mero ejercicio de recreo o una mala copia de planificación maximalista de corte soviético, pues nadie puede imaginar siquiera lo que será Cáceres en el 2040, con o sin AVE, pues tal aumento de población no ha ocurrido en las ciudades con estaciones de este tren. No hay, sin embargo, medidas generalizadas para reducir el despilfarro de agua en Extremadura.

Menor consumo

Numerosas ciudades han visto reducido su consumo sin merma alguna de su calidad de vida, evitando la destrucción de un río maravilloso, protegido por el Derecho Comunitario a propuesta de la Junta de Extremadura y cuyo informe de afección a la Red Natura 2000 pondría sobre el papel los valores naturales del valle. Por cierto, ¿no es calidad de vida contar con un paisaje así cerca de Cáceres, que ha sido clasificado en las Villuercas como posible candidato a parque nacional?

Tenemos, por el contrario, multitud de experiencias positivas en España que demuestran con hechos que la vieja política hidráulica no tiene futuro.

Si Extremadura quiere subirse al carro de la modernidad, ha de olvidar el derroche subvencionado de bienes esenciales y entender que no es cuestión de dinero, sino de gestionar bien lo que se tiene. Lo único malo que tiene la gestión es que evita cortes de cintas en inauguraciones de estos mitos hidráulicos que son las presas. Se ha llegado incluso a decir que no conviene ahorrar agua porque se rompería el equilibrio financiero de la concesión otorgada al Canal de Isabel II.

Aun así, la Plataforma de Defensa del Almonte opina que es una buena noticia el que se anuncien alternativas al pantano de este río por parte de la Confederación del Tajo y el Ministerio de Medio Ambiente, basándose en que hay que aprovechar las infraestructuras existentes. Tenemos el fracasado pantano de Portaje, cuyo fin de regadío, planificado en su día, ha quedado abandonado y que ya abastece a ciertas poblaciones. Otro pantano que tampoco cumple su misión ahora, el de Valdesalor, que riega a manta unos pastizales sin eficiencia alguna y rodeado de construcciones ilegales. La última opción es la captación en el pantano de Alcántara, cuya prevalencia sobre la explotación hidroeléctrica de Iberdrola lo manda la ley, a no ser que queramos que los beneficios de una empresa privada primen sobre el agua de los cacereños.

El uso conjunto de estas alternativas permitirá resolver en parte un problema que en realidad que no es tal, pues se trata en realidad de ordenar bien el territorio y de aplicar una buena política urbanística, que no gozamos en la actualidad con urbanizaciones dispersas y alejadas, que consumen grandes recursos naturales y que no hacen ciudad tal como es propio de nuestra cultura.

*El autor es asesor de AEMS-Ríos con vida y de la Plataforma de Defensa del Almonte.