Los españoles no supimos ver los ocultos desengaños que se nos colaban con la adhesión al espacio «euro». Lo doloroso que nos iba a resultar que se nos rompiera el cántaro de leche, cuando tuviéramos que adecuar nuestra humilde ‘pesetilla’ a las exigencias capitalistas o neoliberales de la nueva moneda. Pues nos exigía, ya desde el principio, cambiar los hábitos y las costumbres de la gente, para que consumiera mucho; que trabajara más por menores salarios y para que no reclamara ni protestara cuando se les suprimieran derechos, conquistas laborales o libertades políticas. Viviremos en un mercado libre - insinuaban en voz baja nuestros dirigentes - pero de ninguna manera, en un ‘mundo libre’.

Fuimos ‘miopes’ entonces y ya nos estamos quedando ciegos. Obnubilados por las expectativas de haber elucubrado con un mercado ‘global’ europeo, al que imaginábamos ingenuamente como una especie de paraíso consumista de despilfarros y placeres, en el que íbamos a nadar en la abundancia del más rancio materialismo; hasta que tropezamos con la realidad y se rompió la ilusión.

Entonces aparecieron los ‘tuertos’ - los que ven solamente por el ojo derecho- los que solo perciben ‘recuperación’ en medio de la crisis. Los que cuentan la creación de puestos de trabajo por jornadas de pocas horas; por el número de contratos ‘basura’; por periodos estivales o de rebajas; que es cuando alzan la voz para subrayar los exagerados números que les salen en sus encuestas de población activa. Lo que repiten y repiten hasta la saciedad, para ver si nos lo creemos.

Como decía mi abuelo: «Cada uno hablará de la feria según le vaya en ella».

Por el contrario, los que solo vemos por el ojo izquierdo solemos ser un poco más prudentes; pues nuestra visión no percibe más que salarios de penuria, masas de trabajadores sin prestaciones sociales ni ayudas familiares, niños en los márgenes de la pobreza, desigualdades económicas crecientes entre las familias, etc.. Y para coronar el panorama, la vergonzosa repartición de la riqueza nacional en nuestro país, dónde apenas el 5% de españoles opulentos, acumulan el 85% de toda su rentabilidad económica: el famoso PIB; tan traído y llevado por sus beneficiarios.

Dato que pocos perciben; porque estos enormes beneficios - extraídos del presupuesto, en gran medida - ya están ocultos en algunas cuentas offshore de varios ‘paraísos fiscales’, que florecen ‘lejos de la costa’; según nos descubrieron los ‘papeles de Panamá’, o los más recientes ‘papeles del Paraíso’.

Los españoles miopes somos un pueblo fácil de manipular. Nos gustan más los gatos que las liebres. Y si quien nos da el cambiazo nos promete, además, colocar a nuestro sobrino, subirnos la pensión, arreglar el ‘asuntillo’ que tenemos pendiente en el ayuntamiento o meter a los abuelos en alguna residencia de la Seguridad Social, nuestra opción será siempre elegir a los corruptos que nos engatusan con falsas promesas.

Esperemos que a lo largo de este venturoso año 2018, se nos abran los ojos y podamos percibir mejores rutas de convivencia y recuperación que las que nos han marcado en estos últimos años.