Pasadas las once de la noche, los jóvenes entran en tropel en el R-66. "Ha llegado la policía y nos ha echado", explica uno de ellos. Una nueva actuación policial en el parque del olivar Chico de los Frailes, que se repite desde hace varias semanas para desalojar a los grupos de adolescentes concentrados en él, y los 8 grados en campo abierto han dejado el botellón sin seguidores.

Sólo un grupo marcha a contracorriente y se aventura, sin avituallamiento de bebidas, por el paseo peatonal de la ronda norte hacia el olivar. "Venimos a ver si hay chicas, pero nos han dicho que ha estado la secreta --la policía--, así es que imaginamos que estará vacío", explica Fito, de 16 años. "No sé por qué nos echan, aquí no molestamos a nadie y no hay muchos sitios para la gente de nuestra edad", replica contrariado. "Así que venimos porque todos vienen aquí", concluye.

Los límites del parque se pierden en la oscuridad aunque se divisan luces lejanas de casas. Mientras los ojos se hacen a la noche, el grupo comprueba que el parque está vacío y da media vuelta. El frío es una tortura.

A los pocos minutos, otros tres jóvenes alcanzan el merendero. Estos sí llegan con una bolsa de bebida: un tetrabrik de vino, una limonada y un licor sin alcohol. Se sorprenden del ambiente solitario. "A veces ha habido aquí hasta 200 personas", asegura uno de ellos.

Dos tienen 17 años y al otro le faltan aún dos semanas para cumplirlos. Viven en La Mejostilla, el R-66 y La Madrila y les gusta el olivar porque "es un sitio cercano, no como el ferial". Además, "aquí viene gente de nuestra edad y en la mayoría de los bares no nos dejan entrar. Todo el mundo viene aquí. ¿Adónde vamos si no?", se lamentan. La falta de gente y el frío les quita al final las ganas de abrir las botellas. Pasadas las doce, el olivar vuelve a quedarse desierto. Hasta el viernes.