Uno de los lugares de Cánovas que de mayor intervención precisa. Los vecinos y quienes lo transitan lo dicen: le falta iluminación, limpieza e indudablemente dotarlo de mayor actividad y contenido. No obstante, por algo se empieza y el parque de Calvo Sotelo va a ser sometido a una pequeña intervención de cirugía, menor o mayor según se mire porque se trata de las baldosas, siempre incómodas cuando se sueltan y peligrosas en los días de lluvia. Ahora, y con cargo a la concesión de reparación del pavimento y acerado, se va a reponer el solado, según confirmó a este diario el concejal de Infraestructuras, Andrés Licerán. Una obra agradecida por los usuarios que ya ha comenzado.

Calvo Sotelo es un lugar con historia. El Archivo Histórico conserva un primer plano de 1889, del arquitecto Pedro Vidal, sobre esta zona, que coincidía con los accesos al Hospital Nuestra Señora Virgen de la Montaña, que entonces se estaba construyendo y que se inauguraría dos años antes. La zona se transformó en un parque con árboles, con el mismo suelo en tierra que conservaría durante un siglo (hasta principios de los 80, cuando se instaló el pavimento de baldosas).

En su conjunto, el paseo de Cánovas, con su idílico jardín que conserva decenas de especies arbóreas, es el eje vertebrador del urbanismo cacereño, lugar de reunión y testigo de la historia de la ciudad.

El paseo se convirtió en un nexo urbano entre el casco urbano de la ciudad y la plaza de América. El actual paseo sólo conoció en el siglo XIX como edificios el Hospital Provincial y el Parador del Carmen, en el extremo sur. La urbanización del ensanche se debe en principio a Luis de Armiñán, director general de Obras Públicas, quien en 1910 habilitaría los fondos necesarios para su adecuación. Avenida de 2 de Mayo, avenida Luis de Armiñán, de la República o de España han sido las diversas denominaciones del ensanche, también conocido en una época como El Paseo de los Aburridos.

Cánovas es espejo de la cultura. Entre sus monumentos destacan los dedicados a Gabriel y Galán, Muñoz Chaves, el monumento al mar (formado por un ancla de madera y hierro del siglo XVIII), la Cruz de los Caídos o el templete de la música, que con más de un siglo de antigüedad sobre sus estructuras, el más conocido como Bombo de Cánovas --se inauguró con el parque en 1896-ha atravesado diversos cambios de imagen, sobre todo en el exterior. En 1942 se le encarga al arquitecto Angel Pérez rehabilitar el templete, al que un huracán había ocasionado graves desperfectos un año antes en su cubierta de cinc. En 1999 se prolonga hacia el sur la terraza del Bombo para mejorar su funcionalidad.

Pero, además, Cánovas, destaca por su arquitectura ecléctica, representada en el chalet de los Málaga, y por esculturas como la del Pensador o las tradicionales fuentes como la de los Tritones, la de los Cisnes y, cómo no, la Fuente Luminosa, realizada por el ingeniero Carlos Buigas, diseñador también de fuentes para el parque de Montjuic con motivo de la Exposición Universal de Barcelona en 1929. Un legado que hay que conservar pasando, de vez en cuando, por el quirófano.