Todos los días presenciamos y protagonizamos calurosas discusiones, entre nuestros amigos, familiares. Discusiones como las que vemos por la tele, escuchamos en la radio o leemos sobre este mismo periódico. Una discusión es una disputa por la razón, argumentando y alegando razones contra pareceres opuestos, entre dos o más oponentes. Por eso hemos de rodearnos de buenos enemigos, inteligentes, con discursos sólidos, coherentes, lógicos, razonables, porque con ellos podemos crecer como personas.

A los enemigos hay que desearles que les vaya muy bien en la vida, aunque creamos que no lo merezcan; hay que agradecerles la motivación para hacernos cada vez mejores personas, ellos son los que nos indican cuáles son nuestros puntos débiles y dónde hemos de reforzarnos.

No hay que dejarse condicionar por ellos, es importante librarse de lo que digan los demás porque solamente así podremos disfrutar de ser nosotros mismos.Siendo objetivos, las opiniones de los demás sobre nuestros actos son totalmente subjetivas, y en la mayoría de los casos nadie se las ha pedido.

Pero, ¿acaso nuestra forma de pensar nos hace tener más o menos enemigos? ¿Son las ideas son las que nos unen o nos separan? ¿O son cuestiones individuales que nacen de algún trauma anterior y generan envidias? Evitar reaccionar ante estos sentimientos de envidia, codicia y demás ideas destructivas es la clave para superar al enemigo mayor, que como siempre han dicho somos nosotros mismos.

Considero conveniente alejarse de odios y demás sentimientos, si se fijan bien; estos degeneran en cualquier tipo de enfermedad. Perdonar al enemigo nos conviene, aunque sea un acto egoísta; ya que verdaderamente necesitamos paz en nuestras vidas.