Parece que no solo a las personas les afecta la mala suerte sino que también les sucede a los locales comerciales. Otra cosa no se puede decir del situado en la esquina entre Pintores y Moret pues desde que hace muchísimos años cerró el establecimiento de los famosos Sobrinos de Gabino Díez han pasado por allí varios negocios y ninguno ha durado mucho pese a que parece ser un lugar privilegiado. Han sido tan efímeros que desde hace tiempo está desocupado. Aunque no tan duradera sí que resulta también llamativa la mala suerte del antiguo cine Coliseum igualmente sito en el centro y con metros suficientes para cualquier tipo de negocio. Una vez clausurado el cine su propietaria, la diócesis de Coria-Caceres, lo puso en manos de un conocido gestor para intentar rentabilizarlo pero no tuvo éxito. Cuando fue adquirido por Caja Extremadura pareció que su destino sería el de centro cultural, sin embargo las dificultades para encontrar una salida de emergencia lo impidió y no tuvo más remedio que esperar no se sabe qué, pues habladurías ha habido muchas pero negociaciones claras y esperanzas de solución ninguna. Ahora le han vuelto a visitar los fantasmas en forma de administración local porque según dicen el propietario y la empresa que proyectaba instalarse allí, la tramitación ha sido muy lenta. Puesto que no hay datos para sospechar de comportamiento doloso, ni interés por mi parte de buscarlo o insinuarlo, debemos convenir que se debe a lo farragoso que resulta abrir un negocio, algo que resulta inaudito en un país con tan alta tasa de paro y más en una ciudad en la que las inversiones foráneas son escasas. Y lo malo no es que se haya frustrado esta empresa concreta sino el ejemplo que se da. No hay mejor manera de ahuyentar a los empresarios que decirles que su proyecto dormirá acunados por los trámites requeridos durante mucho tiempo. No sé por qué tengo la impresión de que para abrir un bar no se necesita tanto tiempo y tanto papeleo.