Del 3 al 5 de febrero pasado, el papa Francisco visito los Emiratos Árabes Unidos, país cuna del Islam y un poco más tolerante (¿?) que los de su entorno con los creyentes cristianos, pero donde no existe libertad religiosa plena. Desde la diplomacia vaticana se pensó que «la visita del Santo Padre proporcionará un gran aliento a los cristianos que trabajan en el Golfo y experimentarán así la solidaridad de la Iglesia universal», siendo de singular importancia el encuentro con las autoridades eclesiásticas musulmanas.

El mismo Papa escribió en Twitter: «Estoy partiendo hacia Emiratos Árabes Unidos. Me dirijo a ese país como un hermano para escribir juntos una página de diálogo y recorrer juntos los caminos de paz». En los Emiratos hay casi un millón de católicos (3,5 millones en todo el Golfo), pero muy pocos son naturales del país, la mayoría son trabajadores migrantes de Filipinas o India.

El lunes, día 4, se produjo el encuentro de la Fraternidad Humana, en el que se encontró con el Gran Iman Jehar Sheikh y otros dirigentes. En los discursos de todos ellos se hizo alusión al rechazo de la violencia en nombre de Dios, y en el suyo, el Papa pidió respeto para todas las creencias.

Los temas más relevantes del día incluyeron sesiones dedicadas a explorar los «principios de la fraternidad humana» y la «responsabilidad común para lograrla». Todos se comprometieron a promover la fraternidad, la tolerancia y la concienciación de las personas como formas de prevenir el extremismo y el terror.

Es digno de destacar que la primera sesión de la reunión fue presidida por la ministra de Cultura de los Emiratos, que presentó a un grupo de mujeres expertas que hablaron y reflexionaron sobre el papel de la mujer en la sociedad actual, papel que debe estar fundamentado en la confianza y en el amor.

La música de toda la reunión respiraba toda ella paz, encuentro, respeto, diálogo, amor, por eso en el documento final se pueden leer frases como esta: «La fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones, el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra ‘guerra’... No hay violencia que encuentre justificación en la religión..., comprometámonos contra la lógica del poder armado, contra la mercantilización de las relaciones, los armamentos de las fronteras, el levantamiento de muros, el amordazamiento de los pobres». ¡Otro tanto a favor de Francisco!