Pasaban las doce y media del mediodía del pasado miércoles cuando el agente Romero de la Policía Local de Garrovillas de Alconétar recibió la siguiente llamada: «Oye Luis, ven que hay una zorra en la ventana». Inevitablemente lanzó esta respuesta interrogativa: «¿Estás de coña?». Al otro lado del móvil la voz le insistía: «Que vengas, que es verdad». A su llegada a la calle Altagracia, justo al lado del mercadillo, decenas de curiosos se arremolinaban ante el animal, echado junto a la reja mientras una persona lo acariciaba.

«¿Tú sabes lo que estás haciendo?», preguntó Romero al contemplar la escena, pero enseguida se percató de que aquella zorra no era como las demás: «Parecía amaestrada de tan dócil», señala el policía mientras recuerda que la raposa aparecía marcada en el rabo con una señal de pintura blanca, «una especie de distintivo» que pudiera hacer indicar que hubiera sido domesticada o que por un tiempo fuera la mascota de algún amante de esta exótica especie.

Algo había que hacer. Mientras la gente gritaba: «Una zorra, una zorra» e inmortalizaba con sus móviles la escena, el policía local acompañado de un guardia civil se desplazó a la cercana multitienda de ‘El Chicle’, se hicieron con una caja de cartón y metieron sin más problemas al animal. Antes habían telefoneado al Centro de Recuperación de Fauna y Educación Ambiental Los Hornos, de Sierra de Fuentes, pero allí les dijeron que ellos solo se dedican «a especies catalogadas». De manera que la única salida airosa era devolver a la zorra a su hábitat natural. Se la llevaron a una finca cerca de una de las zonas de agua del pueblo.

En Garrovillas no se habla de otra cosa. Ayer, Gema Jiménez, una de las mujeres que dio la voz de alarma al ver salir a la zorra entre dos coches, aseguraba entre risas: «Al principio me pareció un perro, pero luego nos dimos cuenta de que era una zorrina».