En verano parece que las listas de espera y/o colas de barrio crecen más rápido que nunca, y desesperan más aún a quienes han de hacerlas. Achacamos al calor la lentitud en el movimiento de las mismas, así como la repentina pérdida de paciencia que se produce durante éstas. Ya sea en el SEXPE, los supermercados, la cola del bus, del banco o la del puesto de los helados-cualquier espera se hace interminable. Nos exaltamos a la mínima cuando alguien quiere ocupar nuestro puesto, y hacemos un mundo de nimiedades tales como tener que aguardar a que el que nos precede acabe de ser atendido. ¿Quién no ha asistido a alguna pelea verbal por pérdidas de paciencia? ¿quién no ha protagonizado incluso alguna de ellas?

Pero las líneas de hoy no irán dedicadas a estas banalidades, pues no son sino pequeñeces si las comparamos con la cruda realidad que muchos de nuestros conciudadanos viven en su día a día, y deberíamos concienciarnos más sobre ello. Las líneas que hoy corresponden a esta columna, tienen otros protagonistas, y vienen a colación de uno de los titulares que aparecía ayer en nuestro 'Periódico Extremadura': Ayer jueves, nos levantábamos con la noticia de que los enfermos terminales extremeños tendrán la ayuda por dependencia sin hacer lista de espera- algo que aunque parezca lógico que habría de ser hace mucho, no era.

Por desgracia, son muchos los extremeños que en sus casas tienen algún familiar en tal estado, y hasta hoy -o mejor dicho, hasta que este protocolo de actuación que se ha firmado se haga efectivo- no tenían prioridad respecto a otros enfermos en lo que a las ayudas de la ley de Dependencia se refiere.

El día a día de estas familias es más que una prueba de amor, muchos necesitan de estas ayudas para que el enfermo esté completamente atendido; y, por ende, son básicas para que el propio familiar -sano- pueda llevar tal situación de manera más llevadera (dentro de lo "llevadera" que es tal realidad). Si hablamos de lucha, temple, y paciencia, hablamos de todos ellos; pues la agilización de las listas de espera para estos casos, o mejor aún: la supresión de las mismas, era una justicia pedida a gritos.