El director espiritual de cientos de cacereños y responsable de la obra campamental más importante de la ciudad vive ahora en el convento sevillano de Loreto. En su patio mudéjar huele a naranjos y a jazmín, aunque por encima de tanta belleza sigue sobresaliendo su sonrisa. Si Dios hizo al hombre seguro que lo hizo pensando en Pachi.

--¿Cómo se encuentra?

--Bien, bien jodido. Como ve me encuentro ya en silla de ruedas. Eso es un aviso de que no me encuentro del todo bien. No soy yo quien dice cómo es mi estado de salud, lo dice mi cuerpo: mi modo de ver ya no ve apenas, mi modo de sentir los objetos: ya no los siento, mi modo de oír a la gente, a los pájaros: ya no los oigo... Eso quiere decir que me voy muriendo poco a poco, pero lo acepto con agrado, cuanto antes mejor porque espero participar de lo que Dios es. Estoy en las vísperas de mi principal viaje, largo, del que no pienso regresar. No le tengo miedo. Todos tendremos que hacer ese viaje, yo lo estoy esperando con ganas, con muchas ganas.

--Pero cuando uno se va siempre queda algo en la tierra, queda su espíritu. ¿No?

--Sí. Lo estoy viendo ya, en los mismos jóvenes. Cincuenta años detrás de mí, sin dejarme, son muchos años.

--Es que es toda una vida marcada por sus campamentos...

--Yo no sabía lo que hacía, me nombraron director espiritual y tenía que ingeniármelas, hacer de mi dirección espiritual un campo de batalla con los jóvenes, los niños: lo conseguí. Lo conseguí de tal forma que si no, no me hubiesen seguido tanto tiempo.

--Claro, porque usted fue un revolucionario...

--Mis homilías eran el Evangelio. No me veo un revolucionario, aunque eso dicen, que lo fui.

--Y los revolucionarios no gustan a todo el mundo...

--Había un profesor en la universidad que se metió conmigo. Se enteraron los jóvenes y fueron a hablar con él. Le dijeron: "No se le ocurra ponerle las manos encima, porque ese día termina usted sin pellejo".

--Una vez dijo: Merece la pena haberse gastado, haber vivido en cada día dos días ...

--Yo he exagerado y no me arrepiento. No sé del todo si he acertado o no. Pero no me arrepiento. Cuando nos íbamos por Europa con 60 jóvenes en el autocar yo dormía en el macutero. El desgaste era doble, eran noches mal dormidas, trabajaba sin parar, como una bestia. ¿Por qué? Porque lo creía así.

--Usted es Pachi...

--Empezaron a llamarme así en el colegio San Antonio y en el colegio San Antonio soy Pachi.

-- Su colegio San Antonio no está...

--Ahora es otra cosa, ahora es don Antonio porque la palabra santidad no viene del cielo, hay que dársela, hay que vivirla. Ahí queda.

--Usted aprendió más que enseñó...

--Siempre he sido alumno de mis alumnos. Me han enseñado todo.

--Le dio clase a Almodóvar...

--Sí... uno más, buena gente.

--¿Se acuerda de Cáceres, verdad?

--Me acuerdo de Cáceres mucho y hago por acordarme menos para no sufrir. Porque para mí Cáceres fueron 50 años vividos, y es mucho. Cáceres ha sido siempre mi familia grande y la quiero como tal.

--Y ahora está en Loreto...

--Aquí me encuentro como en mi casa. Como ve es ideal para uno de mi edad... con su enfermería, con su paz en el campo...

--¿Cuántos años lleva aquí?

--Diez años. Es el pórtico del cielo.

--¿Y el cielo dónde está?

--El cielo está donde uno sea feliz.

--¿Qué enfermedad padece?

--El nombre no sé lo que significa ni yo. El neurólogo me ha dicho que es una espinocerebelosa, que me afecta al cerebelo y que eso ya no va a atrás.

--¿A qué hora se levanta?

--Cuando quiero (risas). Cuando me levantan. No puedo levantarme solo.

--¿Y a qué se dedica?

--Es una pena, porque ahí tienes el ordenador que era mi herramienta de trabajo, ahí tengo mis memorias, mi diario, mis novelas, mi correspondencia... tengo mucho escrito, pero ya no puedo usarlo, ya llevo un año sin usarlo.

--¿Pero qué hace?

--Pues repasar el libro que escribí durante mi vida: la memoria. Pasar las hojas, recordar.

--¿Cuál es su libro preferido?

--La vida de San Francisco.

--¿Y al repasar el libro de su vida, de qué se acuerda?

--De mucho. Tengo una historia muy rica en Cáceres y, claro, todo son recuerdos. Y río, lloro, me emociono...

--Luego está Descargamaría...

--Es una hija predilecta mía. Es el nido de mis polluelos. Espero que no se olvide pronto aquello. Me gustaría que mis huesos quedasen allí como muros de aquel edificio. Es algo muy mío.

--Yo nunca he ido a Italia...

--He ido a Italia con los jóvenes, hemos visitado Asís, Roma, Florencia, Venecia, Milán, Padua...

--Dicen que en Italia está Dios...

--Dios está en Italia de un modo especial, pero Dios está en todas partes. Un día en clase pregunté a los muchachos: ¿Dónde está Dios? En todas partes, me respondieron. Entonces me puse a mirar bajo la mesa. Uno de los alumnos se levantó y me espetó: Tenga cuidado no le vaya a pisar. Le contesté: A Dios no se le puede pisar, es espíritu, pero está. Si no estuviese Dios usted estaría muerto, no habría aire para respirar...

--¿Pero quién es Dios?

--¿Dios? Me lo han preguntado tantas veces que no sé quién es. Dicen que es tan grande tan grande que ocupa todo nuestro lugar y es tan pequeño tan pequeño que lo llena. Es algo que sin darnos cuenta llevamos con nosotros y sin él yo no sería nada.

--¿Qué es la capitalidad?

--Una lucha que me gusta. Siempre tenemos que ser capitalistas (risas). Yo a mi madre le tengo levantado un monumento en mi interior, en mi alma, porque una mujer como ella se casó en zapatillas y al terminar la boda, de la iglesia se fue con su marido a segar...

--¿O sea que el 2016 es como ese monumento que hay que levantarle a Cáceres?

--Claro.

--Hablaba de su madre...

--En sus bodas de oro se reía. Yo le pregunté: ¿por qué te ríes? Me dijo: Porque hoy entro en la iglesia con zapatos, el día de mi boda lo hice con zapatillas.

--Le doy las gracias. Volverle a ver ha sido la mejor dedicatoria que podía recibir de usted...

--Me alegro enormemente de que nos hayamos vuelto a encontrar. Espero que no sea la última vez. Por lo menos así lo deseo. Siempre me entró usted por los ojos y quedó en mí su figura...