Casualidades de la vida, pero Paco Silveira Sáez (Cáceres, 1966) se fue de este mundo poco después de ver la última victoria de uno de sus dos equipos favoritos, el Real Madrid. A Paco se le tributó un pequeño homenaje horas después en forma de minuto de silencio en el Príncipe Felipe. El Cacereño era el otro club de sus amores. El fútbol como nexo de unión de una de sus pasiones en un día de una pérdida de una buena persona. Pero hay mucho más.

Paco era uno de estos tipos que se dejan querer. Desde su discreción. Desde su cercanía. De niño, tuve la suerte de compartir ocho cursos en el colegio San Antonio y algunos momentos inolvidables en las acampadas del Padre Pacífico, compañero suyo ya ahí en el cielo. Ya de adultos, además de tener amigos comunes, coincidimos en partidos de fútbol sala de nuestros hijos. Su vástago menor se llama Raúl. No sé si tiene algo que ver --tampoco importa, pero me apetece subrayarlo, no sé por qué-- que le pusieran el nombre con el mito del madridismo, pero esos dos '7' se llaman Raúl.

Paco se ha ido sin despedirse, inesperadamente, en una madrugada desdichada. La puta fugacidad de la vida, la fugacidad y crueldad de la muerte, esa que está ahí, traicioneramente a la expectativa, para romper en pedazos las ilusiones en cualquier momento. El lunes, en su emotivísimo funeral, vi las caras de sus amigos íntimos y su familia marcadas por el dolor. Acabo de leer la carta de agradecimiento de Raquel. Increíble la fortaleza después de perder a su marido con solamente 46 años. En realidad, Raquel sabe que su gente estará ahí y que Paco estará tranquilo por ello.

En fin. Se nos fue el más apasionado de los madridistas cacereños que conocía, pero queda por aquí, muy presente, su huella de buena gente. Descansa en paz, Paco. Dale recuerdos a Pachi.

* Este obituario lo ha escrito el periodista de este diario, José María Ortiz.