Apenas han pasado seis meses desde las elecciones municipales y dos grupos políticos se han roto por causas diversas. En el caso de Amores probablemente se deba a que los cambios ideológicos que ha sufrido no hayan sido tan drásticos como pensó en principio. Por su parte Alcántara pone de manifiesto las dificultades con las que se encuentra un recién llegado a la política, pues los partidos tienen sus reglas y estatutos entre las que está el lavar la ropa sucia en los órganos pertinentes.

Otra cosa es que un partido que pretendía traer nuevas formas sancione con tal dureza la libertad de expresión. Sería conveniente llevar estos trances al Tribunal Constitucional para determinar si la libertad de expresión es un bien superior a los estatutos de los partidos.

En cualquier caso la situación refuerza a Salaya puesto que es prácticamente imposible una moción de censura por parte de la derecha aunque deja en suspense lo que pueda suceder con los pactos necesarios en la legislatura, tal como los presupuestos.

En principio pudiera parecer que es factible un pacto entre PSOE y UP que necesitaría otro apoyo que bien pudiera ser Alcántara a quien se le ve más cercano a la izquierda que a Amores, sin embargo existe un condicionante ajeno a la política municipal y es la posibilidad de que el pacto PSOE-UP para investir a Sánchez no se consolide y haya de ser el PP quien con su abstención le haga presidente.

Ese paso, que cada día parece más factible dadas las presiones de los poderes fácticos, condicionaría todos los pactos posibles en los ayuntamientos y comunidades pues parece difícil que UP se prestara a ser la muleta del PSOE habiendo sido desalojado prácticamente de los ministerios, más aún cuando la abstención podría tener un precio en las políticas sociales.

Por otra parte no debe descartarse que ese movimiento tenga también como finalidad visualizar que los nuevos partidos no son una solución sino un problema, arrinconarlos y tratar de consolidar el bipartidismo nuevamente.