A Santiago Almeida siempre le gustó pasear por la plaza de la Fe. Allí se sentaba a conversar con sus vecinos, los de toda la vida del barrio de Las 300, hasta que la muerte llamó a su puerta a los 74 años el pasado mes de junio. Ayer hubiera disfrutado viendo cómo se preparaba la paella y el frite de las fiestas pero, sobre todo, con la manera con la que familiares, vecinos, amigos y políticos quisieron rendirle homenaje.

Emocionada y con el recuerdo a flor de piel, Carmen Pozo, su viuda, descubrió a mediodía la placa que, dedicada a su marido, brilla ya junto a la sede vecinal. "Se caracterizó por la humildad y la honradez", recordó ayer David Barcenilla, presidente de la agrupación vecinal, durante el acto al que también acudieron la alcaldesa, Elena Nevado, concejales y el subdelegado del Gobierno, Fernando Solís.

José María Montealegre, presidente en funciones del colectivo, anunció que, si gana las elecciones que se convocarán en noviembre para elegir la junta directiva, propondrá que la plaza de la Fe lleve el nombre del dirigente fallecido. "Se lo merece. Trabajó por mejorar el barrio", recordaba ayer.

Una dedicatoria

María Isabel, una de sus hijas junto a Marisol y Rafael, intervino en nombre de la familia y agradeció la dedicatoria póstuma a su padre. "Seguro que está feliz. Luchó por Las 300", dijo en presencia de los vecinos que no olvidaban los casi cuatro años que Almeida dedicó a trabajar por la asociacion.

También le conoció bien Dionisio González, de la brigada de Obras del ayuntamiento, que entregó una placa a su viuda y recordó que Almeida "siempre daba la mano cuando iba a verte" antes de pedir mejoras para el barrio. En su memoria guarda la imagen del expresidente de Las 300, la de un hombre noble que hizo una labor callada para que sus vecinos vivieran mejor.