TVtivimos sumergidos en un mar de palabras. Despertamos cada mañana rodeados de palabras, sentadas a nuestro lado, sobre los rostros de las noticias que nos llegan cada día disparadas por los políticos de turno. Si abrimos la radio o la televisión, las palabras nos llegan envueltas en música cansina o estridente, humor, ironía, discursos que adoctrinan, reportajes, documentales, películas, etcétera. Palabras y palabras en tacitas de plata que envenenan y matan.

Caminamos por las calles y vemos palabras en movimiento en los comercios e inmóviles sobre las paredes de las calles llamando la atención, lanzando miradas llenas de astucia y falsedad. Palabras que se inflan, se esparcen, se multiplican en nuestras conversaciones y acaban formando un ejército inmenso, que se extienden del uno al otro continente.

En los volcanes que arrojan esta lava confusa y amorfa están personajes poderosos, que se encuentran para tomar decisiones que, después, habrán de afectar a nuestras vidas de múltiples formas. A veces, con decisiones en las que nosotros no tenemos arte ni parte.

Grandes centros de poder (judiciales, políticos, económicos, sociales, etcétera...) son testigos de los movimientos que deciden el curso de la historia. Es así, para bien y para mal, y tal vez no pueda ser de otra manera. ¿Habrá sobre la faz de la tierra un rincón libre del tumulto bullicioso y de la confusión de lengua, donde la palabra no sea vendida ni comprada; ni mal dada ni mal tomada?.

Al contemplar el espectáculo de nuestro mundo hay motivos para pensar que los telares en los que se hilan los grandes temas de la historia están muy lejos de nuestra vida cotidiana. Cabalgan en alas del éter y en las olas del mar.

En estos días de fiestas tradicionales hacemos de nuevo belenes y cantamos villancicos a la palabra que vino al mundo como Enmaniel y no la recibió... y que sigue viniendo en oleadas de amor al mundo de hoy, que se ríe burlón, entre el creciente laberinto de las redes sociales. Y ahora, que he censurado a las palabras y he deseado huir de los habladores, me he revelado como uno de ellos, pido perdón.