No hace mucho tiempo, se desencadenó una extraña enfermedad cuyo principal síntoma consistió en una alocada e injustificada proliferación de palacios de congresos por distintas localidades. Sin perjuicio del derroche injustificado de fondos públicos que eso supuso, poco o nada criticado sin embargo por los actores sociales, la utilización de esos espacios se ha convertido en un asunto cuanto menos curioso.

Como bien sabrá usted, porque le habrá tocado en su propia familia o alguna cercana, los centros educativos de Cáceres nos hemos lanzado a una desaforada carrera por organizar actos de graduación en mayo para los alumnos que terminan sus estudios. Pues bien, comenzamos en los salones de actos-comedores de nuestros centros, bien apretados y pasando todo el calor posible. Un poco después, azuzados por los problemas de espacio, por la aceptación familiar y social del acto, y, sobre todo, para cumplir con ese adagio tan español de «¡a ver quién la tiene más grande!», buscamos otros espacios en los que los conciertos, las coreografías y los discursos sonaran más solemnes, más académicos. Así, nos mudamos primero a San Francisco y, finalmente, al Palacio de Congresos.

Debo reconocer que el cambio fue notable, no solo en cuanto a la capacidad para los espectadores que ya podían traer a toda la familia si así lo deseaban, sino también en cuanto a dimensiones del escenario y posibilidades técnicas. No obstante, como conocen muy bien los demás centros educativos que lo utilizan, te encontrabas con alguna sorpresa, como tener que pagar aparte los servicios de amplificación o realizar determinadas funciones en principio más propias de la organización. Sea como fuere, estábamos encantados con un espacio tan espectacular, en el que todo el mundo se sentía cómodo, y las familias orgullosas de sus hijos perfectamente atildados para la ocasión.

Pero en este último año, sin anestesia y sin contemplaciones, el precio del alquiler se ha triplicado hasta llegar a 1.210 euros por utilizarlo un solo día. La empresa extremeña encargada del asunto, Gebidexsa, ha creído conveniente una subida tan desproporcionada y tan injusta, de modo que pagamos como si fuéramos Julio Iglesias o Pablo Alborán. ¿Habrán encontrado por fin el cliente adecuado para justificar tan injustificable gasto? ? ¿Y usted qué piensa?