El lunes bajaba hacia San Juan y cien metros antes escuché los sones del pasodoble ´Julio Romero de Torres´. En la puerta de la iglesia tocaba la banda del Nazareno. A un lado una gran cruz sobre una mesa magramente adornada y aromatizada con incienso. Presidían mayordomos de algunas cofradías. Cuando llegó la hora del solo, ´la guitaaaaaaaarra cantaora´ que parecía no acabar nunca, la plaza se llenó de olés y aplausos. Luego nos obsequiaron con ´Paquito el chocolatero´. Festejaban la Cruz de Mayo, una fiesta muy celebrada en el pasado y aún con mucho arraigo en algunos pueblos. Como Tornavacas.

¿Qué tiene que ver ´el chocolatero´ con una festividad religiosa? Pues no sé. A lo mejor es por aquello de que los curas tomaban chocolate para merendar. ¿Y la mujer morena de Romero de Torres? Pues sería virgen, porque entonces había vírgenes.

Como llegué tarde no pude escuchar a los populares, queridos y admirados ´Gurriatos´. Pues por más que a su director, Pedro, con quien tantas veces jugué al fútbol y cacé kicas, no le guste el apelativo para los cacereños no hay palabra más entrañable con la que denominarlos cariñosamente. Según me dijeron habían interpretado pasodobles y música religiosa. Casi de incógnito, pues el personal no tenía mucho conocimiento de estos actos. ¿Y para eso tenemos una banda municipal? ¿Qué fue de los conciertos en los barrios? ¿Para qué queremos el Bombo?

Un año más reivindico la vuelta de nuestra banda a su sitio. Al Bombo. Y en sus días. Los domingos, mañana o tarde, y anocheceres veraniegos.