El paraíso de los graffiteros de la ciudad está en la calle Castillo. Atravesar los 200 metros de esta vía, que comunica Parras con Alfonso IX, no tiene desperdicio. Desde hace algo más de dos meses, el lugar se ha convertido en un monumento a las pintadas en paredes, suelo y fachadas de viviendas, que llegan a cubrir por completo la zona ante la impotencia vecinal: "Son un grupo de 10 raperos, auténticos delincuentes, que campan a sus anchas", asegura Javier González, un joven de 22 años, que vive en el número 10 de la calle. Desde el salón de su vivienda puede observar, a diario, las andanzas de los graffiteros que se han hecho los dueños del lugar durante la noche: "A veces tengo dificultades para entrar en mi casa porque se colocan en la puerta y me impiden el paso", afirma.

DESTROZOS Y PINTADAS

Javier González es uno de los inquilinos de las tres únicas viviendas que siguen habitadas en la calle Castillo. Un grupo de estudiantes y una familia completan el desolador panorama en el que no faltan las casas que han sido habitadas por los okupas. La fachada de una de ellas presenta destrozos en las ventanas, cañerías rotas y hasta las cuerdas de la ropa convertidas en material para escalar al interior.

En la vivienda de Guadalupe Pazos, en el número 8, el deterioro también es notorio. Está haciendo obras, pero su fachada ha sufrido en varias ocasiones el vandalismo de los graffiteros . "Hemos llamado a la policía pero no puede hacer nada", subraya. Los vecinos describen el día a día "como un sufrimiento" y tienen claro que el abandono en la zona continuará. El paraíso sigue a la vuelta de una esquina en la calle Parras.