Desde un zapato sin par hasta un antiguo maletín médico de principios del siglo XX, tienen cabida en el ´mercadillo del trueque´ que se inauguró en marzo por iniciativa de la Asociación Cultural de Amigos del Parque del Príncipe y desde entonces se repite cada quincena. Con menor concurrencia que en pasadas ediciones, ayer se produjo una vez más el intercambio de todo tipo de artilugios en la zona colindante a la piscina municipal del popular parque.

Alrededor de 10 mesas se colmaron de objetos que competían por ser los elegidos para el cambio. El trueque surge de la necesidad del ser humano de intercambiar objetos que poseía y no necesitaba, por aquellos que realmente deseaba. Pero no es un negocio, pues si acudimos a la etimología de este último término, observaremos que deriva de las palabras latinas nec y otium , es decir: lo que no es ocio. Para los romanos otium era lo que se hacía en el tiempo libre, sin recompensa; entonces negocio para ellos era lo que se hacía por dinero, cosa que no ocurre en el trueque.

"La gente debería deshinibirse y acudir más a este tipo de actividades. Son muy enriquecedoras", propone uno de los participantes, Nacho Parejo, que un amante del Rastro madrileño y lamentó haberse sentido solo.